martes, 14 de octubre de 2025

Golpes de mar

DESTINO DE LAMIA

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Le hizo caso. A la mañana siguiente entró en la Biblioteca Pública y buscó en antiguos manuales de Geografía e Historia del marqués de Almeiras, de Antonio Ponz y de ángel del Castillo. Buscó en libros recientes, hojeó páginas y páginas de enciclopedias polvorientas, quizá fotocopiase algo que le pareció de interés, y salió al jardín de San Carlos.

EL PASEO DE LA VIUDA
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Se hizo asidua de la Biblioteca Pública de Caión, y allí miró libros, enciclopedias y mapas acerca de la geografía de Aragón.

ORNIA
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Antía le enseñó las cámaras inferiores, la sala de armas y escudos, la enorme biblioteca, la pequeña capilla, y le despidió al anochecer en el portalón de hierro tras decirle, vuelve mañana, vuelve siempre. Siempre que puedas, vuelve.

EL JARDÍN DESPUÉS DE LA LLUVIA
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Si dormía, le vigilaba el sueño desde la mecedora o me ponía a leer algún texto de su biblioteca. Sentí una enorme curiosidad ante los magníficos herbarios que hasta entonces yo ignoraba por completo.

TINARGOESCHA
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No recuerdo si ahora el tocadiscos -en casa no teníamos- era de la biblioteca o del colegio al que pertenecíamos los mediopensionistas, pero sí recuerdo con total nitidez que me lo prestaron con un disco de Pablo Neruda, donde el mismo recitaba sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

DOS TARDES CON BEATRIZ DE SOUSA
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Traté de concentrarme en mis estudios de FP-2, rama Mecánica, y en el teatro y la poesía.
Ingresé en el equipo de trabajo de campo del Teatro Circo y me saqué todos los carnets de las bibliotecas de A Coruña.

EL HERMANO QUE LE INVENTÉ A MI HERMANO
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El periodismo fue mi último sueño nítido o acaso la certidumbre de una obligación, que logré esquivar. Soy bibliotecario. No he logrado escribir una página en mi vida.

CARTAS DE DOMINGO AL MÁS ALLÁ
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Era muy aficionado a leer, lo era y aún lo es, y se fue haciendo con una modesta biblioteca, a la que llamaba con cierta altanería: "Arnoia, Arnoia: la biblioteca marina". [...] empezaba a recitar, lo mismo que de una alineación se tratase, los autores de su biblioteca: Allegue, Baña Heim, Caamaño, Cabanillas, Cunqueiro, Dieste, Forester, Ksado, que no era escritor sino fotógrafo, Manuel Antonio, Poe, Ramón y Ballesteros, Stevenson.


ANTÓN CASTRO; Golpes de mar. Ediciones Destino. 2006

Aportado por JMV

lunes, 6 de octubre de 2025

La foto de Portobello

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Mi madre me llevaba hasta la puerta, y yo ni siquiera entraba. Me iba al parque, a hablar con Javi, que seguía rondando por el instituto, o a la biblioteca.


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También alcanzó el privilegio de leer. En la biblioteca del hospital encontró varios libros escritos por su padre, entre ellos El ratón de Sonia, pero los conocía demasiado bien y además, eran para niños. Hojeó un volumen de Kafka, que contenía muchos de sus cuentos. Le gustaron los títulos. Uno era era El artista del hambre; otro, El deseo de ser piel roja.

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Se levantó, comprobó que sus padres dormían y que su hermano tenía cerrada la puerta de su cuarto -sin duda seguí inmerso en su mundo virtual de altos elfos, dioses menores y otras mitologías- y bajó a la biblioteca, que estaba en el sótano.

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-¿Tiene todo esto alguna relación con los libros que escogiste de la biblioteca? -le preguntó a Sonia.
-Y con la foto. La foto de Portobello.

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Sonia se dio por aludida. Consultó la página web de la Biblioteca de Cataluña y buscó en la hemeroteca, sin encontrar nada de interés.


VICENTE MUÑOZ PUELLES; La foto de Portobello. Edelvives, 2004
IV PREMIO ALANDAR DE LITERATURA JUVENIL

Aportado por JMV

lunes, 29 de septiembre de 2025

Elizabeth Finch

Y, en efecto, Juliano resultó ser el último emperador pagano. Lo que los periódicos, al menos los periódicos paganos, habrían llamado un "héroe de la resistencia". Era un erudito-soldado: cuando emprendió la campaña en la Galia, la emperatriz Eusebia le regaló una biblioteca para que pudiera filosofar entre batalla y batalla. Pax. 42

Un abogado me escribió para informarme de que Elizabeth Finch me había legado "todos mis papeles y mi biblioteca, para que haga con ello lo que considere". Me sentí halagado pero perplejo. Pax. 57

Me había dejado la lista de lecturas en aquel cuaderno, y me había legado su biblioteca, a la manera de...,no, exactamente como había hecho con Juliano aquella emperatriz cuyo nombre ahora se me escapaba cuando él había partido hacia la campaña de la Galia. Pax. 82

Barnes, J. (2023).  Elizabeth Finch . Anagrama.

Aportado por Anxo

domingo, 28 de septiembre de 2025

La cabeza en llamas

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Lo que a las metáforas concierne está en el haber del Padre Prodomo, rata de biblioteca, espíritu blando y melifluo para quien el Lazarillo era un mequetrfe y Calixto y Melibea dos delincuentes morales, a quienes la lujuria jugó una mala pasada, entendiendo que no las hay peores de ese tenor.

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El dermáptero ya era un individuo ilustrado, al menos en lo que pudiese recabar de la contradicción tolontina y teniendo en cuenta que en casa había una razonable biblioteca familiar, que mi padre ofrecía a sus larvas con la mala conciencia de quien sabe que en el Santocilde se las van a echar a perder, pero con la expectativa de que al menos alguno de los cinco hermanos nos convirtiéramos en auténticos piojos de los libros, que fue lo que pasó con cuatro de ellos, entre los que me cuento.

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La ingesta bibliotecaria proporciona un lustre de sabiduría y petulancia mental, lo que vulgarmente se llama pagamiento de uno mismo, que si no se controla, sobre todo cuando se subsiste en un medio tan precario en este orden de cosas como el tolontino, da resultados adversos.


LUIS MATEO DIEZ; La cabeza en llamas. Galaxia Gutenberg. 2012

Aportado por JMV

El beso de la sirena negra

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Volví a contemplar el salón: a mi izquierda se veía una biblioteca de caoba bien nutrida de libros antiguos y fotografías enmarcadas. Sobre la biblioteca, y como si representase una cierta idea del saber, destacaba un retrato al óleo de una dama del siglo XVIII que se parecía mucho a Lucía Valmorant, y algo más allá dos ángeles barrocos me miraban con suavidad desde las sombras.

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Me incorporé y me fijé en una fotografía de la biblioteca en la que se veía en primer plano a una chica que podía ser Alize, y tras ella una casa junto a una laguna y una pasarela.


JESÚS FERRERO; El beso de la sirena negra. Ediciones Siruela, 2009

Aportado por JMV

lunes, 15 de septiembre de 2025

Cordillera

 Quiere darme conversación, quiere darme conversación. Por un momento tengo la tentación de contarle que leo, sí, y que escribo sobre los libros que leo; que apunto palabras y párrafos enteros, los párrafos que me intrigan, que despiertan mi emoción. Que los libros los saco del bibliobús una vez al mes. Que la bibliotecaria me ha dicho que soy la mayor lectora de la provincia. Me imagino a la bibliotecaria, con su cara de pan y sus gafotas y su acento cerrado, diciéndole, eh, tú, forasteiru, no la mires con condescendencia que seguro que leyó más que tú. Me da la risa y a la vez siento un ramalazo de malhumor. Pax. 51

 Acudía a la escuela en el páramo y pasaba los veranos en la montaña. En la montaña estaba la vida salvaje; en el páramo, domesticada. Pero también sucedían más cosas, había una pequeña ciudad, había más niños, había más adolescentes, había bares, fiestas , Carnaval, la Patrona, y una biblioteca grande y antigua, donde refugiarse las tardes de frio, y un teatro, grande y antiguo, donde ponían las películas del año anterior. Había vida humana; ese otro tipo de vida. Pax. 264

Riego Anta, M. del. (2025). Cordillera. AdN.

Aportado por Anxo

miércoles, 27 de agosto de 2025

El polaco

Ella desentierra el CD que él le mandó, se lleva a casa la colección de CDs de Walczykiewicz de la pequeña biblioteca del Círculo de Conciertos, y los escucha en soledad. ¿Por qué? Porque está preparada para aceptar la idea de que aquello que este hombre no puede expresar en su inglés tan limitado acaso pueda expresarlo a través de su arte.

Comienza con los Nocturnos. ¿Qué estaba diciendo al mundo Chopin cuando imaginó sus Nocturnos? Más importante aún, ¿qué estaba diciendo al mundo el polaco el día que hizo esa grabación? Y más importante que todo, ¿qué puede haber revelado de sí mismo el polaco el día que hizo esa grabación a una mujer de cuya existencia en el mundo real él no tenía aún la menor sospecha?. Pax 47

 

Ella, Beatriz, viene de una familia culta. Su abuelo, el padre de su padre, había sido testigo de una quema pública de libros cuando estudiaba en la Universidad de Salamanca y nunca lo había olvidado. Un verdadero acto de barbarie, lo llamaba. A su debido tiempo se convirtió en profesor de ciencias jurídicas y reunió una considerable biblioteca, tras su muerte fue heredada por su hijo mayor, el tío Federico. Quemar libros es un preludio a quemar personas, había dicho su abuelo, una declaración que se convirtió en parte del folklore familiar. Pax. 113

 

El acto  civilizado sería devolver los poemas a Polonia, a algún Museo Chopin o Biblioteca Nacional Patriótica, para su colección de manuscritos. Pax. 114


Coetzee, J.M. (2022). El polaco. El hilo de Ariadna.

Aportado por Anxo