jueves, 12 de junio de 2025

Intermezzo

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[...] Tos empieza aquí. aquel esplendor estético: las noches en el comedor trasero, la penumbra cayendo en la pista de tenis ahí fuera. voces al otro lado de las ventanas. La luz de las farolas. Acompañándola a la biblioteca bajo los árboles. [...]

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Después del almuerzo, otra vez arriba, a la galería de la biblioteca judicial, con el portátil abierto delante, la luz blanca entrando por las ventanas y cruzando lentamente la sala de abajo.

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El jueves, en la biblioteca judicial, en una mesa que ni siquiera era la suya, mientras alrededor la lluvia vetea los cristales de las ventanas.

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[...]Quedarse ahí sentado y no pensar en nada, la mente vacía. En la planta baja de a biblioteca, gente entrando y saliendo,, respondiendo llamadas, llevando cajas de documentos.

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[...]Ana sabe que hay alguien, las dos saben que lo sabe. Pero Margaret se hace una idea de lo que debe imaginar. Un buen hombre, de unos cuarenta años, que vive en Sligo, auxiliar sanitario, o bibliotecario.[...]

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[...]Aún así, seguro que es la comidilla de la biblioteca judicial. Él también iría murmurando si fuese otra persona. Mitad desdén y mitad envidia.[...]


SALLY ROONEY; Intermezzo. Penguin Random House, 2024

Aportado por JMV

miércoles, 28 de mayo de 2025

Mesa para dos

Timothy Touchett estaba sentado en la sala de lectura principal de la Biblioteca Pública de Nueva York, en la Quinta Avenida, ante un ejemplar de Cartas escogidas de Maxwell Perkins. ¿Qué había llevado a ese joven de las afueras de Boston hasta un lugar tan esplendoroso en una tarde tan soleada? Mejor aún, ¿qué lo había llevado hasta Nueva York? Sencillamente, desde niño estaba decidido a ser un escritor famoso. Pax. 51


¿Podía haber mayor crueldad por parte de los dioses que infundirle a un joven sueños de fama literaria y luego no proporcionarle experiencias? Pero, como ya he dicho, eso era un secreto que Timothy ocultaba a todos, incluido él mismo. Así que cada mañana a las diez en punto se iba a la biblioteca, donde postergaba la escritura de su novela con el estudio de los métodos.
...
Mientras estaba en la biblioteca con la mirada fija en el facsímil de una carta de F. Scott Fitzgerald, en lugar de tomar notas sobre elementos del oficio o desarrollar sus propias y prometedoras ideas, Timothy, distraído, se puso a copiar una y otra vez la forma de Fitzgerald mientras el minutero del reloj de la sala de lectura avanzaba de forma irreversible hacia la eternidad. Pax. 53

-No quisiera ser indiscreto, pero en la biblioteca no pude evitar fijarme en que parecías estar escribiendo el nombre del señor Fitzgerald.
A modo de silenciosa confirmación, Timothy se ruborizó.
Pax. 57

En la sala de manuscritos y libros raros de la Biblioteca Pública de Nueva York, Timothy se familiarizó con todos los pequeños matices que colectivamente definían ese variado abanico. Estudió las firmas ascendentes y las descendientes; las que recordaban el staccato de una ametralladora o la cadencia de una canción de cuna.
Pax. 65

Así que al día siguiente se dirigió como siempre a su mesa de la Biblioteca Pública Municipal de Nueva York, pero en lugar de inclinarse hacia los libros de memorias lo hizo sobre diez ejemplares de la revista Forbes que estaban literalmente (bueno, no literalmente en sentido literal, sino literalmente en sentido figurado) repletos de palabras y conceptos nuevos apasionantes.
De la biblioteca se fue a Madison Avenue, donde Bauman´s, la venerada librería de ejemplares raros, mantenía su sede desde hacía mucho tiempo. Timothy entró y quedó sorprendido por lo que vio. Más que una tienda, el establecimiento parecía la biblioteca personal de J. P. Morgan. Había sofás de piel; estanterías forradas de arriba a abajo de primeras ediciones; y en el centro de la sala -bajo una araña de luces-, una vitrina donde estaban expuestos el Principia Mathematica de Newton, El origen del hombre de Darwin y un infolio de Shakespeare!.
Pax. 67 e 68

Ante la magnitud de la tarea, Timothy, como cualquiera verdadero artista, se retiró de la vida pública. Ya no se lo veía saliendo con sus amigos por el East Village ni cenando en el Gotham Bar & Grill. Se pasaba horas en las salas de manuscritos raros de la Biblioteca Pública y la Biblioteca Morgan. Leía biografías y cartas. Se matriculó en un curso intensivo de ruso elemental de la Universidad de Nueva York. Gastó dos resmas de papel y tres tinteros. Y, como si se identificara con Tolstói, se dejó crecer la barba. Pax. 74 e 75

Una vez dentro, puedes leer los periódicos en la biblioteca, comerte la galletitas saladas que sirven gratis en el bar, o incluso utilizar la sauna, si te apetece; y, si llegas en el momento adecuado, tal vez te encuentres a algún viejo conocido que te invite a una copa, por supuesto. He de admitir que he pasado unas tardes muy agradables en el Yale Club; y por eso sabía que casi todos los miércoles, pasadas las cuatro, podías encontrar a mi primo en la mesa de backgammon, cerca de la barra. Pax. 218

Nadie nace siendo pretencioso. Es un rasgo que requiere planificación y esfuerzo. Se supone que podrías adquirirlo por diversos medios, pero uno de los más infalibles es estudiar en una escuela de secundaria un poco pasada de moda; y mientras estas ahí, exhibir cierta facilidad para practicar algún deporte de campo al que nunca volverá a interesarte jugar; compartir habitación con algún compañero cuyo apellido esté grabado sobre la puera de la biblioteca; y, de paso, aficionarte a algún pasatiempo que requiera viajar y utilizar material especializado, como la caza de patos o el esquí alpino. Pax. 219

Towles, A. (2024). Mesa para dosSalamandra.
Aportado por Anxo

La soledad de los números primos

 

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Una señora baja que llegaba acalorada le pidió paso. Él la siguió dentro, como si la mujer pudiera conducirlo a la respuesta; volvió a recorrer el pasillo en sentido contrario, subió al primer piso, entró en la biblioteca, se sentó en su sitio de siempre, junto a una ventana, [...]

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Y le tendió la mano. Él se la tomó, no sin vacilar. Dejó que lo sacara de la biblioteca con la misma confianza desarmada con que años antes se había dejado arrastrar al baño de las chicas.

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También fue a la biblioteca municipal -tuvo que sacarse el carnet porque era la primera vez- para consultar los periódicos que referían la desaparición de Michela. Leer aquello la sobrecogió y tuvo la sensación de que el horroroso suceso estaba ocurriendo de nuevo, a un paso de allí.


PAOLO GIORDANO; La soledad de los números primos. Ediciones Salamandra. 2009
PREMIO STREGA 2008

Aportado por JMV

lunes, 26 de mayo de 2025

La espera

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[...] aunque siguieron muchas más, la imagen del cuerpo desnudo de Abby Sinclair en su cama, con la funda de la almohada sobre la cabeza, se le había quedado grabada. Fue el primer caso que sacó de la biblioteca de las almas perdidas, como llamaban al archivo que contenía los expedientes de homicidios.

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Sentía un deber solemne hacia ellos. Al igual que con la biblioteca de las almas perdidas del Centro Ahmanson, Ballard llevaba esa carga.

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[...] Y a Elyse Ford se la identificó mediante una búsqueda de palabras clave en la hemeroteca de la Biblioteca del Congreso.

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-¿Cree que podría prestarnos el anuario? -inquirió Masser-. Le garantizo que se lo devolveré personalmente.
-Puedo ir a ver si  lo encuentro en la biblioteca -dijo Richardson.

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-¿Harmony van Ness?
-Joder, no. No estamos casados. Trabajamos juntos. Nada más.
-¿Dónde trabajan?
-En la Bibliotheca.
-¿Es bibliotecaria?
-Es un club.

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-¿Quieres que te envíe esto?
Ballard vio salir a Goring del pasillo que recorría la biblioteca.
-No, ya está bien -dijo Ballard-. Estaré en contacto.


MICHAEL CONNELLY; La espera. AdN Editorial. 2024

Aportado por JMV

martes, 13 de mayo de 2025

Obra maestra


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Deborah Solomon, amiga de The New York Times a la que sigo con mucho interés, había contado hacía poco que en aquel pueblo era muy fácil comprar un paquete de seis cervezas y casi imposible ir a una biblioteca o ver una película.

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En Nueva York la temperatura era de diez grados bajo cero, y en Hamilton de veinte bajo cero. Una delicia. Pero, como galería, localizar aquellas piezas era fundamental. Ni frío ni leches. Además, somos de Bilbao. así que viajamos y vimos la obras, expuestas en la biblioteca de la universidad.

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Acepté, pero ¿dónde iban a celebrarse las exposiciones? En el MEAC me negaba. Era un horror de lugar. El otro sitio era la Biblioteca Nacional, con buenas salas para hacer exposiciones históricas, pero no para mostrar arte contemporáneo.

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Salazar proponía valorar la reubicación de la pieza en la ampliación del Reina Sofía, en algún lugar como la plaza, el vestíbulo del auditorio, la biblioteca, incluso la terraza.

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Por supuesto, los nuevos espacios de los que había dotado al museo (salas de exposiciones temporales, auditorio, biblioteca, almacenes, librería, despachos y cafetería-restaurante) significaban un gran logro, ampliando en más de un sesenta pro ciento la superficie del edificio antiguo de Sabatini.


JUAN TALLÓN; Obra maestra. Ed. Anagrama. 2022

Aportado por JMV

sábado, 10 de mayo de 2025

Los reyes de la casa

El término "procédurière" no tenía mucho glamour, pero era su sueño. Sonaba a empollona y a rata de biblioteca, por no decir a tedio y aburrimiento; pero le traía sin cuidado. No tenía nada que ver con la imagen que proyectaban las series de televisión, con las persecuciones peligrosas, las detenciones arriesgadas, las redes de soplones o las infiltraciones en organizaciones criminales.

Pax. 51

Devigan, D. (2022): Los reyes de la casa. Anagrama.

Aportado por Anxo



martes, 6 de mayo de 2025

Flores de ferro

Ocupaban os cuartos do faiado da Casa Grande e Olga criouse como unha señorita: tiña roupa e calzado elegantes, foi á escola ata que María xa non tiña nada máis que ensinarlle e ela mesma estábase preparando para ser mestra; podía ler todos os libros que había na biblioteca da casa e incluso tiña a súa propia colección de discos, que fora reunindo cos agasallos de aniversario e Nadal. Pax. 81


Rei Vilas, M. (2022): Flores de ferro. Galaxia.

Aportado por Anxo