Cuando mis amigos me deprimen con sus historias y me hablan de cuánto desprecian Inglaterra y a los ingleses, dijo, de cuánto aborrecen la mezquindad, la grisura y la falta de alegría que perciben a su alrededor, de cómo se les ensancha el corazón no bien ponen los pies en suelo extranjero y cómo se les encoge de nuevo y se les hace un nudo en cuanto vuelven a casa, cuando continúan con lo caros e infectos que son aquí los hoteles y con lo profundamente arraigado que está el sistema de clases, tan destructivo, y con la situación desesperada en que se hallan los hospitales, y con las bibliotecas públicas, que en sud ía fueron la joya de la corona de todas las ciudades y de todos los pueblos, y hoy no tienen prácticamente libros, y los que tienen se guardan en edificios cada vez más y más lúgubres, edificios repletos de ordenadores y de sistemas de bases de datos y de casetes y videos pero sin apenas un solo libro nuevo, cuando me deprimen de esta manera, dijo, y se desahogan conmigo y me hacen partícipe de su sufrimiento, su furia y su desesperación, entonces puedo volverme y sumergirme en la lectura de mi amado Kafka, de mi amado Eliot, de mi amado Sterne. (p. 84)
Moo Pak, de Gabriel Josipovici (ed. Cómplices, 2012). Aportado por Sfer
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