viernes, 6 de marzo de 2015

La luz crepuscular

"Pío Baroja, que llegó a mí desde la biblioteca del Ateneo santanderino, de la cual mi madre era socia, aún me acompaña. Dickens y Balzac también salieron a menudo del Ateneo hacia el domicilio familiar. Al préstamo de libros, que el Ateneo practicaba por entonces entre sus socios, debo yo muchas horas de placer solitario. Durante una larga temporada me dio también por leer teatro (los clásicos, Benavente, Valle-Inclán, Jardiel, García Lorca...) y lo hacía algunos jueves por la tarde en la Biblioteca Municipal de Santander, una biblioteca hermosísima que el Ayuntamiento había heredado de don Marcelino."  páx. 94

"Las instalaciones eran deplorables, apenas dos aulas en la planta baja del edificio y otro par en el sótano, donde también estaba una biblioteca incipiente que regía una sola persona llamada Brígida, una soltera de mediana edad, de nariz aguileña y aires y vestidos pretendidamente juveniles."   páx.115

"Mi hospedaje en el colegio mayor de los jesuítas comenzaba a pesarme como un saco terrero. Las clases acababan relativamente pronto y, dado que sólo llevaba tres asignaturas, había días en los que no tenía por qué ir, pero solía hacerlo para encerrarme en la pequeña biblioteca -que nunca dio cobijo en sus horas vespertinas a más de media docena de alumnos- con algún libro, casi nunca de texto. Theilhard de Chardin, Shopenhauer, La decadencia de Occidente, Ortega, Unamuno... me acompañaron de la mano de Brígida, la bibliotecaria, que me los entregaba muy contenta de servirlos a mi demanda."   páx 122

La luz crepuscular; Joaquín Leguina. Alfaguara. Aportado por JMV

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