La soldadesca mongol se había ocupado de matar a los notables y a los ulemas: con todo, alguno pudo escapar al otro lado del río tras cambiar su vida por su biblioteca. A fin de que el ejército mongol cruzara a la otra orilla, los libros y manuscritos de la famosa "Casa de la Sabiduría" fueron arrojados al río, a modo de puente. Pág. 17
Mis ojos recorrieron la habitación y luego se posaron cerca de la lámpara que estaba a punto de extinguirse, derramando una luz lánguida y endeble. La lampara estaba situada en medio de un escritorio de madera colocado al lado de los libros; tras él, sentado a la tenue luz que se expandía con extrema mezquindad por el ámbito de la biblioteca, y que lo cubría con tacaña compasión, pude ver la figura de un anciano. Pág. 22
¿La casa acaba con esta biblioteca?... Lo que quiero decir es si vives siempre entre estos libros, le pregunté interrumpiéndolo. Él me miró con aire de reproche, como no queriendo darme más explicaciones o como si yo hubiera visto algo que no debería ver. Pág. 31-32
(Sabemos exactamente lo que pasó en realidad gracias al Libro de los anales del Olvido, un manuscrito de esa época, de autor desconocido, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Paris. Abu Nuwás no ignoraba lo que se decía de Al-Jurasáni, que había encontrado la fórmula del elixir del olvido y la de la piedra filosofal aunque no revelara a nadie sus secretos por temor al Día del Juicio. Si el muchacho no pudo beber un trago de aquel elixir fue debido a su juventud y a su corta memoria, pues por aquel entonces no tenía aún ni veinte años. Años más tarde, el nieto de Al-Jurasáni daría de ese elixir a Al-Qáhir, que había sido privado del califato. De este modo el califa se convirtió en un mendigo que pedía delante de las mezquitas de Bagdad, olvidando que un día fue el Príncipe de los Musulmanes.) Pág. 94
El lector de Bagdad. Jabbar Yassin Hussin. Ediciones Siruela, S. A., 2004. Aportado por Lola
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