México fue uno de los pocos apoyos desinteresados que tuvo el gobierno legítimo. Emociona revisar en los fondos documentales de la Biblioteca Nacional de este país, memoria preservada hoy por la UNAM, las cartas en las que los diplomáticos españoles y mexicanos intentaron ayudar a la gente durante la Guerra Civil y en los años siguientes, cuando se produjo la victoria del ejercito golpista. Pag. 65
Yo escribo porque un día entré en una habitación prohibida en casa de mis padres. Era el salón de las visitas, el lugar que se defendía de las travesuras y destrozos de los niños. Allí estaba la biblioteca, allí me esperaban las palabras de Federico García Lorca, Rosalía de Castro, Félix Lope de Vega y Benito Pérez Galdós. Al hacerme lector, me hice heredero del tiempo de mis mayores. Formo parte de un relato del que no quiero irme. Es mi constitución, un libro abierto y en marcha. Pag. 75
Soy de otra época, tengo que reconocerlo. A lo largo de los años me acostumbré a ir de la vida a los libros y de los libros a la vida. Así que me levanto y busco en mi biblioteca un libro publicado en 1971 por Ruedo Ibérico, la editorial antifranquista fundada en Francia. En la cubierta se reproduce en gris la fotografía de una fosa común, junto aun título en tinta roja oscura, casi el color de la sangre cuando empieza a secarse: La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca.
El libro de Ian Gibson llegó a mis manos a través de un compañero de bachillerato en los Padres Escolapios de Granada. Hasta entonces García Lorca había sido un sentimiento familiar, el mundo de las metáforas y emociones descubierto en la biblioteca de mis padres. Pero en aquel libro de Gibson la figura del poeta se transformó en una historia más ancha y larga, la historia de mi ciudad, la sombra de alguien que había caminado por mis calles y que había muerto, ejecutado por sus vecinos y mis vecinos, veintidos años antes de que yo naciera. Pag. 102 y 102
Vuelvo a la biblioteca para buscar ahora un libro mío, Completamente viernes (1998), en el que celebré una historia de amor. Releo un poema, viajo a Granada, le Digo a mi amante madrileña que voy a presentarle a mi familia y subo con ella al barranco de Viznar. Mira, aquí están mis muertos, éstas son mis raíces. De aquí vengo, aquí me pregunto quién soy yo, sólo desde aquí puedo pronunciar las palabras verdad y amor. Aquí vengo a decir te quiero y a sentir que seguimos adelante. Aquí está la biblioteca de la casa de mis padres, pero también un mundo colectivo y solidario, una historia de injusticias y resistencia, una voluntad universal que borra los apellidos, para llamar a los deseos y a las cosas por su nombre. Pag. 103
La necesidad de contar surge del deseo humano de que se conserven las historias que el olvido y la muerte condenan a la desaparición. Cuando alguien muere, desaparece un mundo lleno de visiones íntimas y escenas colectivas: una relación con el frío, el olor de una biblioteca, una memoria particular del amor y de las ilusiones. Pag. 119
García Montero, L. (2019). Las palabras rotas (1ª ed.). Barcelana: Alfaguara.
Aportado por Lola
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