Los tres eran seguidores de Bart Huges, un bibliotecario holandés que se había perforado a si mismo en 1965 y que llevaba unos años en la isla. En aquel entonces el lugar ya estaba trufado de famosos, de gente influyente. Intelectuales, músicos, artistas. No pocos experimentaban con el LSD, la mescalina o el cánnabis. Era el sitio ideal para que Huges promocionara sus ideas, porque toda aquella gente estaba abierta a cosas nuevas y también dispuesta, en el caso de que esas cosas les convencieran, a propagarlas. Pag 150.
Morella, J. (2020). West End. Madrid: Siruela.
Aportado por Lola
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