Para el Gran Duque la pregunta era retórica, por supuesto. Tras recibir el informe de un semestre suspendido o de una cuenta pendiente, llamaba a su ahijado a la biblioteca, leía la carta en voz alta, la dejaba encima de la mesa y formulaba aquella pregunta sin esperar una respuesta, consciente de que la respuesta era la cárcel, la ruina o ambas cosas. Pax. 102
En los meses posteriores al congreso de 1923, la belleza de la joven se volvió tan incuestionable, su corazón tan tierno y su actitud tan amable que Mishka no tuvo más remedio que parapetarse detrás de un montón de libros en la vieja Biblioteca Imperial de San Petersburgo. Pax. 158
Cuando iba a pasar las vacaciones escolares a su casa, su abuela siempre lo llamaba a la biblioteca, donde le gustaba hacer calceta junto a la chimenea, sola. Pax. 161
Llega la primavera de mil novecientos catorce y regreso a la finca familiar para hacer una visita. Tras presentarle mis respetos a mi abuela en la biblioteca, salgo al jardín en busca de mi hermana, Helean, a la que le gusta leer bajo el gran olmo que se yergue junto al meandro del río. Pax. 184
Unos pasos más allá están las habitaciones donde Gógol comenzó Almas muertas. Luego, la Biblioteca Nacional, cuyos archivos exploraba Tolstoi. Y detrás de la tapia del cementerio yace le hermano Fiódor, nuestro inquieto testigo del alma humana, sepultado bajo cerezos. Pax. 208
¿No le había hecho una visita así a Mishka?¿No lo había encontrado escondido detrás de sus libros, lo había convencido para que saliera de la biblioteca y se había dado la mano en un lugar apartado, con vistas al Neva? Pax. 254
-Sin duda -concedió el conserje con el tono de un bibliotecario que le expresa su conformidad a un erudito. Pax. 261
-Ya veo que te he preocupado, Sasha, hablando de revólveres. Pero no temas. Todavía no he terminado. Aún tengo que ocuparme de una cosa. De hecho, por eso me he arriesgado a venir a la ciudad: estoy trabajando en un pequeño proyecto y necesito ir a la biblioteca... Pax. 325
Porque, como sucede con los mejores sirvientes, los camareros competentes tienen que oír lo que se dice a su alrededor. Tomemos como ejemplo al mayordomo del Gran Duque Demidiv. En sus tiempos, Kemp podía pasarse horas de pie junto a la biblioteca, callado e inmóvil como una estatua. Pero si algún invitado del Gran Duque mencionaba que tenía sed, pongamos por caso, Kemp se le acercaba y le ofrecía algo para beber. Pax. 453 e 454
Towles, A. (2021). Un caballero en Moscú. (5ª ed., 6ª reimp.) Barcelona: Salamndra
Aportado por Anxo
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