lunes, 9 de diciembre de 2024

Un lugar soleado para gente sombría

 

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Ella pensó que el tipo sin cara a lo mejor era un leproso, y al día siguiente se puso a averiguar. Preguntó en la biblioteca y le dijeron que recién había un leprosario en Santa Fe, muy lejos.

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[...] Y los edificios en la cuadra indicada eran todos embajadas, bibliotecas, casas fastuosas que por imposibilidad de mantenerlas financieramente, ahora eran geriátricos u hoteles de lujo: resultaban increíbles como lugar habitacional.

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En el vestíbulo había un piano negro, no llegué a ver la marca porque él me llevó bastante rápido -veloz con sus zapatillas- a la biblioteca.

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Un ventanal que daba a un patio: podía ver plantes y, en la pared, una enredadera. Eso detrás de él. A su costado, la punta de una biblioteca blanca: alcanzaba a ver algunos libros, pero sobre todo muñecos; parecían funkos.

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Esa parte se diluía un poco hacia lo que, se suponía, era el intento de centro cultural. Una biblioteca bastante nutrida pero de apenas unos estantes, libros de autores de la región en venta, especialmente poesía, [...]

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Frente a la biblioteca estaba la sección de pinturas: las de la derecha eran típicas escenas de interiores y guitarreadas, o de pampa eterna y vacía al atardecer.

MARIANA ENRÍQUEZ; Un lugar soleado para gente sombría. Anagrama, 2024.

Aportado por JMV

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