domingo, 28 de septiembre de 2025

La cabeza en llamas

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Lo que a las metáforas concierne está en el haber del Padre Prodomo, rata de biblioteca, espíritu blando y melifluo para quien el Lazarillo era un mequetrfe y Calixto y Melibea dos delincuentes morales, a quienes la lujuria jugó una mala pasada, entendiendo que no las hay peores de ese tenor.

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El dermáptero ya era un individuo ilustrado, al menos en lo que pudiese recabar de la contradicción tolontina y teniendo en cuenta que en casa había una razonable biblioteca familiar, que mi padre ofrecía a sus larvas con la mala conciencia de quien sabe que en el Santocilde se las van a echar a perder, pero con la expectativa de que al menos alguno de los cinco hermanos nos convirtiéramos en auténticos piojos de los libros, que fue lo que pasó con cuatro de ellos, entre los que me cuento.

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La ingesta bibliotecaria proporciona un lustre de sabiduría y petulancia mental, lo que vulgarmente se llama pagamiento de uno mismo, que si no se controla, sobre todo cuando se subsiste en un medio tan precario en este orden de cosas como el tolontino, da resultados adversos.


LUIS MATEO DIEZ; La cabeza en llamas. Galaxia Gutenberg. 2012

Aportado por JMV

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