lunes, 6 de abril de 2015

El anatomista

El cuarto –al cual se accedía desde la recova que circundaba el patio- estaba dividido por la mitad por una biblioteca que trepaba hasta las penumbrosas  alturas del techo. La mitad posterior del claustro era el dormitorio: una cama de madera –desde luego desprovista de capitel-, y junto a ella, una mesa de noche y un candelero. En la mitad anterior, delante de la biblioteca, y contra la pared que mediaba con la recova, estaba el pequeño pupitre.

FEDERICO ANDAHAZI, El anatomista. Pp. 57-58. Editorial Planeta. Aportado por U-topía

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