martes, 3 de julio de 2018

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado

Cuando llegó la primavera a San Luis, me saqué mi primera tarjeta de socia de la biblioteca y, como Bailey y yo parecíamos ir alejándonos con el crecimiento, pasaba la mayoría de los domingos en ella (sin interrupciones) empapándome con el mundo de los muchachos limpiabotas e indigentes que a base de de bondad y perseverancia llegaban a hacerse hombres muy ricos y en las fiestas daban cestas de dulces a los pobres. Pax. 98

Un sábado, a finales de la primavera, después de haber hecho nuestras tareas (sin comparación con las de Stamps), Bailey y yo estábamos a punto de salir: él a jugar al béisbol y yo a la bibloteca. Pax. 100

Pensé que, si hablaba en voz alta, podría asustarse y hacerme daño otra vez. Me secó y me entregó las bragas. "Póntelas y vete a la biblioteca. Tu mamá no tardará en volver a casa. Compórtate con naturalidad."
Mientras caminaba por la calle, me sentía las bragas mojadas y las caderas parecían salírseme de los goznes. No podía pasar mucho rato sentada en los duros asientos de la biblioteca (estaban hechos para niños), por lo que fui hasta el descampado en el que Bailey estaba jugando a la pelota, pero no lo encontré. Pax. 102


Pasé el día vagando sin rumbo por las calles luminosas. Los ruidosos salones recreativos, con sus pandillas de marineros y niños, carcajadas y juegos de azar, resultaban tentadores, pero, después de entrar en cada uno de ellos, me resultó evidente que solo podía ganar más oportunidades y no dinero. Fui a la biblioteca y pasé parte del día leyendo ciencia-ficción y en su lavabo de mármol me cambié la venda. páx. 303
 
 Entonces empecé a abrigar bajo las mantas la pregunta: ¿cómo empezaba el lesbianismo? ¿Cuáles eran sus síntomas? La biblioteca pública daba información -lamentablemente incompleta- sobre la lesbiana ya hecha, pero sobre el desarrollo de una lesbiana no había nada. Eso sí, descubrí que la diferencia entre hermafroditas y lesbianas era la de aquelos lo eran "de nacimiento". Páx. 332

Ni sentía ni me alegraba no tenerlas, pero, para mis adentros, me propuse buscar "ladillas" en mi próxima visita a la biblioteca. Páx. 334

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado de Maya Angelou, Libros del Asteroide, 2016. Aportado por Anxo

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