miércoles, 26 de septiembre de 2018

La semilla de la bruja

Fue a la biblioteca y sacó unos libros. Sin duda podría aprovechar la ocasión para leer todos los clásicos que no había leído de joven. Los hermanos Karamázov, Ana Karénina, Crimen y castigo... Pero fue incapaz: había demasiada vida real, demasiada tragedia en ellos. En vez de eso optó por los cuentos infantiles en los que todo salía bien al final. Ana de las tejas verde, Peter Pan. Cuentos de hadas: Blancaniéves, La bella durmiente. Niñas dejadas por muertas en ataúdes de cristal o en camas con dosel y que luego volvían milagrosamente a la vida gracias al amor: eso era lo que quería. Un cambio del destino.
-Debe de tener usted nietos -le dijo la amable bibliotecaria-. ¿Les lee usted? Pág. 51

Volvió a su costumbre de sacar prestados libros infantiles de la biblioteca de Wilmot, solo que ahora los leía en voz alta por las noches. En parte le gustaba -su voz era tan buena como siempre, así se mantenía en forma-, pero en parte estaba dejándose llevar por una ilusión. Pág. 57-58

El relato de Avi Steinberg de sus vivencias como bibliotecario en una cárcel, Running the Books, me fue de gran ayuda, igual que el libro Shaking it Rough de Andreas Schroeder. Más en concreto, me animó mucho el libro de memorias de Laura Bates Shakespeare Saved My LifeAgradecimientos. Pág. 328

La semilla de la bruja. Margaret Atwood. 2018 Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U. Aportado por Lola

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