miércoles, 9 de octubre de 2019

La hoguera de las vanidades

El comedor, la sala de estar y una pequeña biblioteca daban a la galería de mármol de la entrada. En cada una de esas habitaciones la madera labrada, el cristal tallado, los relucientes lacados, las pantallas de seda natural, y todo el resto de pasmosos y carísimos detalles ideados por su esposa, aspirante a decoradora, le respondieron con sus brillos y destellos acostumbrados. Hasta que lo notó: el gran sillón de cuero que generalmente estaba situado de cara a la puerta de la biblioteca, se encontraba ahora vuelto de espaldas. páx. 29

Cada día aumentaba el número de cosas británicas que adornaban el piso cincuenta del edificio: escaleras de biblioteca, panzudas consolas,  [...] páx 59

Había puesto cables nuevos a una lámpara de la biblioteca sin quejarse ni suspirar.
páx. 75

[...] altos bloques de ladrillo blanco construidos en la zona este de Park Avenue durante los años sesenta, con techos de sólo dos metros y medio de altura, comedor sin biblioteca, [...] páx. 138

Sherman cruzaba el amplísimo vestíbulo de mármol cuando vio a Judy sentada en la biblioteca. Se había instalado en la butaca con orejeras, y estaba viendo la televisión, con una revista en el regazo. páx. 291

Siguió caminando hacia ella. Decidió, de todos modos, entrar en la biblioteca. Se sentaría a ver la televisión en la otra butaca. páx. 292

Salió de la biblioteca. En el vestíbulo vio a Bonita, que seguía allí. Y le miraba muy fijamente. Eso fue lo que decidió. No quería que el servicio le viera asustado, ni tan sólo indeciso. páx. 303

Una vez en la biblioteca, Sherman se sentó a su escritorio y les indicó a los policías la butaca de orejeras y la silla Sheraton. páx. 305

Sherman abrió la puerta de la biblioteca y les indicó por señas que salieran al vestíbulo. Le parecía tremendamente importante en ese momento obligarles a salir de la biblioteca, demostrarles por fin que aquélla era su casa y que é era el dueño. páx. 311

Sherman entró en la biblioteca, cerró la puerta y esperó tres o cuatro minutos.
páx. 312

Tras haber captado perfectamente bien el sentido del tono con que Sherman le hablaba, Bonita se retiró a la cocina. Sherman volvió a la biblioteca. páx 313

¿Podían intervenirle su línea telefónica inmediatamente? ¿Habían dejado algún micrófono oculto en la biblioteca...? Cálmate... Qué tontería... páx. 313

-Sherman, no tienes tiempo de ir a casa de Freddy Button. -Lo dijo con una mirada severa que decía: "Y punto."
-Tengo que ir, Judy. -Desviando la vista hacia la biblioteca, como diciendo: "Te lo explicaré ahí dentro." páx. 314

-Ven a la biblioteca -le dijo a Judy con voz portentosa.
Entraron en la biblioteca, y Sherman cerró puerta y le dijo a su mujer que se sentara. páx 315

-¿Cómo reaccionó al veros a los dos?
-Al principio con mucha calma -dijo Martin-. Nos invitó a entrar en la biblioteca o lo que fuera. páx 350

Pero aquel niño triste, sensible y con aspecto de rata de biblioteca, jamás olvidaría lo que estaba viendo en esos momentos: un negro con las manos esposadas a la espalda, en la ofocina de su papá, un sábado, unas horas antes de un partido de los Mets.
páx. 384

-¿No te parece increíble? -dijo. Se titula "Wall Street", y es de Wing Wong o de no sé quién, que resulta ser el mejor tallista de Hong Kong. Lo pone ahí abajo. ¿Lo ves? Está en la pared de la biblioteca. "Biblioteca." Fantástico.
Kramer vio por fin la estancia a la que Martin se había referido también. "La biblioteca"... páx. 397

Cuando Sherman le pidió a Judy que entrara con él en la biblioteca, estaba completamente decidido a serle del todo honesto. [...] y quien cerró la puerta de la biblioteca con lúgrube determinación [...] pax. 417

Sherman se acercó a la ventana de la biblioteca  y se atrevió a mirar hacia abajo.
páx. 501

Le llegaba la voz grave de uno de los guardaespaldas, que contestaba al teléfono desde la biblioteca. páx. 502

Sonó el teléfono de la biblioteca. Sherman contuvo la respiración. páx. 503

-Pues, si quieres saber la verdad -dijo Sherman-, ni siquiera sé de donde voy a sacar el dinero para pagar... -Señaló hacia la biblioteca, en donde Giuliaggi seguía de guardia.- [...] páx. 506

Sonó el teléfono de la biblioteca. Sherman se preparó para lopeor, pero Giuliaggi se presentó en la puerta del salón:
-Es un tipo que dice llamarse Pollard Browning, Mr. McCoy. páx. 509

La puerta de la biblioteca estaba abierta y permitía ver a Giuliaggi. páx. 510

Killian se fue a hablar con Giuliaggi a la biblioteca. páx 510.

Giuliaggi y Killian se habían asomado a la puerta de la biblioteca, y McCarthy miraba hacia allí desde el gran vestíbulo. páx. 513

Terminada la cena, una vez en la biblioteca de los Di Ducci, se formó un numeroso corro alrededor de Sherman McCoy, que entretuvo a sus oyentes con la historia del policía que le hizo pasar repetidas veces por el detector de metales. páx. 538

La hoguera de las vanidades; Tom Wolfe. Ed. Anagrama 1990. Aportado por JMV

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