Arrancaba una existencia nueva. Era la misma de siempre, claro, pero todo sería diferente. Solo tenía que dar con el manual de instrucciones. Iba a concentrarse aún más, en el trabajo, no haría otra cosa: preparar las clases, profundizar en sus conocimiento. Iba a vivir en los pasillos de las bibliotecas, y lo más probable es que hallara consuelo armándose de saber. Podría escribir un libro; hacía años que le apasionaba el Montparnasse de los años veinte. Pág. 79
Quería entrar en Bellas Artes en Septiembre. Le dijeron que era demasiado tarde, que tendría que haber presentado la solicitud en primavera. De nuevo la señora Berthier, la directora del instituto, la ayudó con el papeleo, y Camille fue admitida. Se pasó todo el verano en la biblioteca, hojeando libros de arte, explorando el universo de muchos artistas, desde Otto Dix hasta Charlotte Salomon. Pág. 152
Había una exposición centrada en la relevancia de los primeros trabajos de ciertos artistas. ¿Cómo empieza uno a pintar? ¿Se reconoce de entrada lo que será la tonalidad de una voz artística? A Yvan le parecía buena idea exponer a unos chicos de instituto a todos esos nacimientos. Mostrar que todo el mundo tiene sus comienzos permite en cierto modo que cada uno lo crea para sí mismo. Deambularían por la gran sala y luego profundizarían en el asunto en la biblioteca. Aquella excursión quizá haría florecer más de una vocación, pensó. Pág. 170
Hacia la belleza. David Foenkinos. 2019, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U. Aportado por Lola
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