La habían visto por todas partes, corriendo por el parque y en el centro comercial, pasando por la lavandería y donde el dentista, por la peluquería, por el banco, por la escuela: había echado a correr hacia todos los lugares a los que yo la había llevado, a casa de mis amigos y a casa del profesor de piano, a la piscina y a la biblioteca, al parque y a las canchas de tenis, y allí por donde pasaba, los que la veían cogían el teléfono y me llamaban para decirme que la habían visto. Muchos habían intentado atraparla; algunos habían echado a correr detrás de ella, y el limpiacristales la había perseguido con su camioneta, pero nadie había podido alcanzarla. Pág. 194
Desafortunadamente, mi amante es un hombre poco ordenado, un filósofo que deja libros y papeles por todas partes, y aunque a mi apartamento no le falta belleza, debe vestirse de un modo determinado para lucir en todo su esplendor. Todo está pintado de amarillo, el color de la alegría y del sol, pero también, como dice mi amante, el color de la locura; por eso necesita salir a menudo a la azotea, donde, de pie, se concentra en el azul cerebral del cielo. Mientras está fuera, siento que la felicidad regresa y comienzo a recoger sus libros, algunos de los cuales son tan pesados que apenas logro levantarlos con las dos manos. Después de mucho pelear, le he cedido dos estantes de mi biblioteca, y él, muy atento, ha escogido los que están más abajo, aunque sé que hubiera preferido los de arriba. Pág. 196
A contraluz. Rachel Cusk. 2016, Libros del Asteroide S. L .U. Aportado por Lola
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