jueves, 6 de agosto de 2020

Los testamentos

Escribo estas palabras en mi santuario privado, la biblioteca de Casa Ardua: una de las pocas bibliotecas que perviven tras las entusiastas quemas de libros que han tenido lugar en el país. Las huellas corrompidas y manchadas de sangre del pasado deben borrarse, a fin de crear un espacio de inocencia para la generación de moral pura que sin duda está por llegar. Ésa es la teoría. Pag. 13

Despues de nuestra modesta celebración, hice mi peregrinaje nocturno hasta la Biblioteca Hildegarda en el ala más alejada de la Casa, siguiendo el camino silencioso iluminado por la luna y pasando frente a e estatua sombría. Entré, saludé a la bibliotecaria nocturna, atravesé la sección general, donde tres de nuestras Suplicantes lidiaban con su recién adquirida alfabetización. Pág. 48

Uno de mis libros favoritos de la biblioteca de la escuela cuando era más pequeña trataba sobre un hombre que se metía en una manada de lobos. Ese hombre no podía bañarse, porque entonces perdería el olor de la manada y los lobos lo rechazarían. Pag. 63

Los Ojos ostentan sus dominios en la que antaño era una monumental biblioteteca. No alberga ya más libros que los suyos, pues los contenidos originales han ido a la quema o, si eran de valor, a colecciones privadas de diversos Comandantes de manos largas. Pag. 81

Después de esto, lector mío, necesitaba un reconstituyente. Llegué con esfuerzo al Café Schlgly a tomar una taza de leche caliente. Luego vine aquí, a la Biblioteca Hildegarda, para continuar mi viaje contigo. Piensa en mí como una guía. Piensa en ti como un alma errante en un bosque oscuro Y pronto será más oscuro aún. Pag. 172

Tiempo después, una vez que pude acceder a la biblioteca de Casa Ardua, indagué acerca de esta baraja. En épocas remotas, los Corazones habían sido Cálices. A lo mejor por eso las Criadas eran Corazones: eran valiosos recipientes. Pag. 193

A lo lejos, un grupo de hombres con los uniformes negros de los Ojos estaban apostados en una amplia escalinata frente a un palacio muy iluminado, con columnas blancas en la fachada. O a mí me pareció un palacio: pronto me enteraría de que antiguamente había sido una biblioteca. Pag. 291

Hoy no podemos ponernos con esto, porque tengo que ir a la Biblioteca Hildergarda, esta noche estoy de guardia, pero prometo ayudarte en otro momento, si dejan que te quedes. Podemos pedirle a Tía Lydia qie vivas aquí, conmigo. Hay dos dormitorios libres. Pag. 296

En este punto, lector mío, te debo una explicación. De niña había leído un libro que se titulaba Fábulas, de Esopo. Lo saqué de la biblioteca de la escuela: mi familia no gastaba dinero en libros. En ese libro había una historia sobre la que he meditado a menudo. Aquí va. Pag. 308

-¿Cómo lo descubriste, si se borró la palabra?- pregunté

-En la Biblioteca Hildegarda-dijo-Es solo para nosotras, las Tías.

-¿Qué es una biblioteca?

-Es un lugar donde guardan los libros. Hay salas y más salas llenas de ellos.

-¿Son libros viles? -Imaginé todo ese material explosivo amontonado dentro de una habitación.

-No los que he estado leyendo. Los más peligrosos se guardan en la Sala de Lectura. Necesitas un permiso especial para entrar ahí. Pero puedes leer los otros libros.

-¿Te dejan?-Me quedé atónita-. ¿Puedes ir ahí y leer, sin más? Pag 354

Quería vivir por su cuenta y trabajar en una granja. Tía Elizabeth y Tía Vidala dijeron que eso era lo que traía leer demasiado pronto: había sacado ideas equivocadas de la Biblioteca Hildegarda antes de poseer la fortaleza de espíritu necesario para rechazarlas, y había muchos libros cuestionables que deberían destruirse. Tendrían que imponerle un Correctivo más severo para ayudarla a centrarse, dijeron. Pag. 357 y 358

Fue a la biblioteca, donde a mí aún no me dejaban entrar, y volvió con uno de los cantorales de Casa Ardua. Entre sus páginas estaba la canción que Tabitha solía cantarme por las noches, con su voz argentina como unos cascabeles:

        Ahora que me voy a la cama

        pido a Dios que ampare mi alma... Pag. 363

Una vez que superé mis seis meses de prueba y me aceptaron en firme como Suplicante, se me permitió entrar en la Biblioteca Hildegarda. Me cuesta escribir la sensación que me produjo. La primera vez que crucé sus puertas, sentí como si me hubieran dado una llave de oro, una llave que abriría una cámara secreta tras otra, revelándome los tesoros que albergaban dentro. Pag. 365

Tres años después, tuvo lugar un suceso aún más alarmante. Ya he comentado que una de mis tareas en la Biblioteca Hildegarda era hacer copias en limpio de los discursos de Tía Lydia. Pag. 370

Anoche me levé un desagradable sobresalto, lector mío. Estaba garabateando furtivamente en la biblioteca desierta, con mi pluma y mi tinta azul de dibujo, y con la puerta abierta para que corriera un poco el aire, cuando Tía Vidala asomó de súbito la cabeza por la esquina de mi gabinete privado. Pag. 379

Los historiales delictivos continuaron apareciendo encima de mi escritorio en la Biblioteca Hildegarda. Me resultaba imposible aclarar las ideas:... Pag. 399

Después de salir del despacho de Tía Lydia, Becka fue a hacer su turno de día en la biblioteca, y Nicole y yo volvimos juntas a nuestras dependencias. Pag. 412

La siguiente en llegar fue Tía Helena, que resoplaba por venir andando a duras penas desde la biblioteca. Últimamente los pies la están martirizando. Pag. 419

-Creo están ayunando-dije-. Ayer las vi de lejos en la Sala de Lectura de la Biblioteca Hildegarda, estudiando la Biblia. Aspiran a recibir guía espiritual durante su próxima misión. Pag. 452

El Agujero Negro Digital del siglo XXI, que causó una inmensa pérdida de información debido al rápido indice de desintegración de los datos que se almacenaban, a la par del sabotaje de un gran número de torres de servidores y bibliotecas por parte de agentes de Gileak con órdenes de destruir cualquier registro que pudiera entrar en conflicto con los suyos, así como las revueltas populistas contra la vigilancia digital represiva en muchos países, ha supuesto que no haya sido posible datar con precisión ciertos materiales giledianos. Pag. 493

Esos documentos se localizaron en la biblioteca de la Universidad Innu en Sheshatshiu, Labrador. Nadie los había descubierto hasta entonces, tal vez porque el expediente no estaba catalogado con claridad, pues llevaba el título "Anales de la Nellie J. Banks: Dos aventureras" Pag. 497

Los testamentos. Margaret Atwood. Salamandra, 1ª edición, 2019. Aportado por Lola


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