Cuantas lágrimas cubrían sus mejillas, su boca, su lamento, su barbilla, cual capa de aceite en el fondo de la sartén, tantos más detalles del salón recortaba yo: La biblioteca con Marx, Lenin, Kardelj, El capital abajo a la izquierda, el olor a pescado, las ramas sobre el papel pintad, cuatro tapices de la parad (niños jugando en la calle de un pueblo, flores coloreadas en un florero, un barco en el mar embravecido, una casita en las lindes del bosque), una foto de Tito y Gandhi dándose la mano entre el barco y la casita, la frase: ¿cómo vamos a hacer para que lo suelte? Pág. 17
El verano del año pasado, dos semanas después de la muerte del abuelo, me negué por primera vez a acompañar a mi madre a no sé qué encuentro de veteranos que tenía lugar en el sótano de la biblioteca municipal. ¿El abuelo tampoco tiene que ir ya! Me cerré en banda, y mamá se quedó no decepcionada sino asustada. Pág. 83
En el sótano de la biblioteca la bandera yugoslava colgaba de la tubería de la calefacción y un hombre con gafas sobre la punta de la nariz leía en voz alta de un tocho enorme. No obstante, nadie apagó el gramófono. Pág. 83
Todos sabían de la desgracia de Milenko. Todos se habían enterado de cómo le pusieron los cuernos ante los ojos de su único hijo y de cómo el estanquero había humillado y enlodado su biblioteca junto con El capital. Pág. 94
Quería saber de qué se hablaba en la ciudad, pero no me atrevía a preguntar. Escuchaba. Quería saber cómo se llegaba a los tejados, entraba en las casas para oler las escaleras, recibí en la biblioteca un número que correspondía a una mesa con lámpara. Contemplaba a los estudiantes mientras estudiaban. Pág. 235
En la biblioteca de la escuela superior de música hojeé en secreto el fichero de los miembros, todavía convencido de que Asija era violinista. En la videoteca no me permitieron ver los datos de los clientes, en el instituto de belleza no tuvieron ningún inconveniente. Pág. 236
Sin el esfuerzo de Slavko, prosigue el señor Popovic su pequeño discurso, nunca hubieran ampliado la biblioteca municipal, por ejemplo, una institución de la que todavía hoy las escuelas y la ciudad entera sacan provecho. ¿Cuánto tiempo hará de eso?… Pág. 277
Cómo el soldado repara el gramófono. Sasa Stanisic. 2008 Alfaguara.
Aportado por Lola
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