miércoles, 27 de enero de 2021

Los motivos de Aurora

En la biblioteca, el hombre anotó en una libreta: las penurias de las clases desfavorecidas son insoportables. Solo la rabia ciega, la violencia desatada, la sangre y el fuego pueden cambiar su situación. Pág. 15


Huyendo de su madre, cuyas reglas le parecían contradictorias e injustas, Aurora fue a parar a la biblioteca del padre. No sentía como sus hermanos temor alguno a los oscuros lomos de los libros ni al silencio de aquella habitación alta y angosta. Además, la biblioteca comunicaba con el despacho de Francisco Rodríguez, separada de él tan solo por una puerta de dobre hoja, donde por las tardes tenía su consulta jurídica. Pág. 16-17


Cuando más tarde Francisco Rodríguez entró en la biblioteca, su hija tenía a la muñeca en sus brazos. Qué muñeca más bonita, dijo él. ¿Cómo se llama?

Rosa, dijo Aurora. Y me pertenece solo a mí. Pág. 20


Aurora se asustó cuando tuvo la menstruación por primera vez a los catorce años. Pero no pensó como su hermana que se iba a desangrar. Había aprendido de qué se trataba leyendo los prontuarios médicos de la biblioteca de su padre. Solo a partir de entonces se vio como una mujer, persona de segunda clase, y estaba convencida de que la privarían de muchas cosas en su vida. Pág. 31


A Aurora no le hacía ninguna gracia dejar la casa paterna, pero no le quedó más remedio que instalarse en una habitación en la del médico. Rebelarse contra aquellas disposiciones era impensable. Además, la mujer de Ochoa, que no había podido tener hijos, estaba deseando la compañía femenina. Pero Aurora Rodríguez insistió en ir a diario a la biblioteca de su padre, cosa que no gustaba nada a la esposa del doctor Ochoa, pues se veía defraudada en sus expectativas de entretenimiento y temía por el buen nombre de la casa. Pág. 40-41


Para muchos de sus habitantes la cuidad seguía siendo lo que había sido hasta principios de siglo: un polvoriento y ruidoso lugar de La Mancha; para Aurora Rodríguez era una metrópoli. La joven vio por primera vez los tranvías, que hasta no hacía tanto estaban tirados por mulas, edificios de seis o siete pisos, cafés llenos a todas horas del día y bibliotecas cuyo catálogo era mucho más amplio de lo que habría podido imaginar. Pág. 49


El hombre quiso también enseñarles el teatro y la biblioteca obrera; de camino, Hildegart preguntó si había estudiantes activos en el sindicato.

Pocos, pero espero que la cosa cambie pronto.

Puede contar con ello, dijo la joven. Pág. 84


Durante uno de los paseos diarios en el patio congregó a las demás mujeres a su alrededor. Exigió una modificación del reglamento de prisiones. Que se ampliara el derecho de visita. Recibir sin restricciones envíos postales. Un salario justo del trabajo realizado por las reclusas. Fruta y verduras frescas en todas las comidas. La creación de una biblioteca. Pero si no sabemos leer, dijeron las mujeres. ¡Hay que alfabetizar!, exclamó Aurora. Pág. 130


Para obtener más información sobre madre e hija, acudí en 1983 a las hemerotecas y bibliotecas en Madrid, me entrevisté varias veces con Eduardo de Guzmán y también, en Ciempozuelos, con José López de Lerma, por entonces director del Hospital Psiquiátrico, y con el doctor Tomás Alberdi, quien había trabajado de psiquiatra en el mismo centro en época de Aurora Rodríguez. Pág. 145-146


Los motivos de Aurora. Erich Hackl. Hoja de Lata Editorial S. L., 2020

Aportado por Lola


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