Recuperarse de aquella pulmonía le supuso tanto esfuerzo como hacer un largo viaje. Leía mucho y empezó a escribir un diario. Tenía ganas de hablar con alguien, pero todos a su alrededor le parecían banales e insustanciales. Ordenaba que le llevaran a la cama libros de la biblioteca y, además, pedía otros nuevos por correo. Pág. 36
Cuando salía del trabajo, iba a la biblioteca municipal y cogía libros. La biblioteca municipal tenía grandes carencias. Faltaban enciclopedias y diccionarios. Las estanterías estaban llenas de títulos como Las hijas de los reyes, Sin dote, es decir, libros para mujeres. En casa, escondía entre las sábanas los libros que cogía prestados. Pág. 84
El Juego era absorbente y a partir de entonces necesitó mucho tiempo libre y tranquilidad. Exigía concentración incluso a lo largo del día, cuando no jugaba. Por las noches se encerraba en la biblioteca, desplegaba el tablero de tela y acariciaba en sus manos el dado octogonal durante un buen rato. Pág. 115
Ni siguiera han luchado. Han vuelto a casa. A Pawel Boski ni siquiera le entregaron una simple pistola -lloraba la señora Popielski-. Feliks, hemos perdido.
Él ensimismado, meneó la cabeza.
- ¡Feliks, hemos perdido la guerra!
- ¡Déjame en paz! -dijo, y se fue a la biblioteca. Pág. 115
Parecía que al señor Popielski le diera igual lo que sucediera a su alrededor. Él seguía jugando. Pasaba los días y las noches en la biblioteca. Dormía en el diván. Pág. 156
El Juego le exigía todo tipo de información, pero nunca tenía problemas porque todo lo podía encontrar en su biblioteca. Además, como los sueños eran los verdaderos protagonistas del Juego, el señor Popielski aprendió a soñar como por encargo. Pág. 157
El Juego le daba todo cuanto necesitaba e incluso más. ¿Para qué tenía que salir de la biblioteca?
Mientras tanto, los funcionarios del distrito le quitaron los bosques, los desmontes, las tierras de cultivo, los estanques y los prados. Pág. 157
Su esposa corrió arriba e inspeccionó con suma atención la biblioteca. Tenía la sensación de que allí no faltaba nada, no había ni un solo lugar vacío en los anaqueles, no se había movido de su lugar ni un solo cuadro, ni ningún adorno, nada. Pág. 158
Quisiera conocer a Dios a través de los libros, de las lenguas extranjeras y de las diversas teorías. Sin embargo, la biblioteca municipal no está bien provista… -Izydor tuvo que contener sus quejas contra la biblioteca-. Pág. 197
En la biblioteca municipal logró hacerse con un diccionario de alemán-polaco de antes de la guerra. En él había muchas más palabras alemanas que raus, shnell y Hände hoch, las cuales todos los habitantes de Antaño aprendieron durante la guerra. Pág. 206
El Ignis Fatuus o Juego educativo para un jugador es extraño y extrañas son sus reglas. A veces, el jugador tiene la sensación de que ya lo ha visto todo antes, que ya ha jugado antes a algo parecido que conoce este Juego por sus sueños o tal vez por algún libro de la biblioteca municipal a donde fue de niño. Pág. 210-211
Empezó a ir, de nuevo, a la biblioteca municipal para sacar bolsas enteras de libros; se había dado cuenta de que muchas de las series cuádruples ya habían sido descritas.
En la biblioteca había muchos libros que llevaban el magnífico exlibris del señor Popielski: sobre un montón de piedras se alzaba un pájaro, parecido a un águila, con las alas extendidas. El pájaro tenía sus garras apoyadas en las letras FÉNIX. Sobre él había una inscripción: “Exlibris de Félix Popielski”. Pág. 234
Un lugar llamado Antaño. Olga Tokarczuk. Editorial Anagrama, S. A., 2020
Aportado por Lola
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