Alguien había bajado el volumen del Baraja y aquellos almuerzos, bochiche de tinto y samfaina, fabada y cerveza, gritos y naipes, viraban definitivamente al ambiente de biblioteca pública, termostato estable de bocadillo mini y café solo.
A veces Simón se enteraba de que se liberaba, por defunción o divorcio, alguna pequeña biblioteca de un piso del barrio y se presentaba allí, tasaba el material y regresaba a casa con Estela, con las alforjas de la moto a rebosar de libros.
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Y en esa biblioteca, como en todas, pero aquí sin metáforas ni historias, había un tesoro escondido.
Pensó Simón en que detrás de cada gran biblioteca, como detrás de cada gran fortuna, había un crimen. [...]También pensó que [...], había sido la fe (en su primo en sus mensajes) la que le habíallevado hasta allí, hasta esa biblioteca, hasta ese dinero.
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Simón le contó entonces la historia de los billetes escondidos en la biblioteca del Sastre.
Simón Clyde habría escogido e Estela Bonnie incluso aunque no encajara tan bien en su plan, pero es que además estaba claro que la mejor forma de hacer eso sin levantar sospechas era comprando toda esa biblioteca.
El caso es que ahora necesitaban ese dinero para pagar la biblioteca, sacarla del piso y luego extraer con calma los billetes, [...]
Estela y Simón vaciaban la tercera bolsa de pipas mientras sus labios cuarteados por la sal verbalizaban planes para reunir dinero con el que comprar la biblioteca.
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Sonreía pero porque sabía que los billetes encontrados en la biblioteca, en los libros que irían a buscar justo al día siguiente, le darían la oportunidad de irse de aquí.
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Había podido costearse las carísimas matrículas gracias al tesoro de su biblioteca, [...]. Simón fingió que salía del Baraja para ir a trabajar, aunque en realidad invertía el tiempo en pasar horas en la biblioteca del barrio, [...]
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Estela, en realidad, había empleado parte de su botín de la biblioteca en pagarse sus estudios de Traducción e Interpretación en una universidad pública.
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Te dejo ya, que tengo que ior a comprar una biblioteca que me han chivado.
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Simón había puesto en sus manos lo que quedaba del tesoro de la biblioteca y del dinero de la gira con Biel, [...]
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En su archivo no había retratos, sino fragmentos favoritos de libros: como leía siempre en tomo pedidos en préstamo en las bibliotecas públicas, no podía subrayarlos, así que les hacía fotos.
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Encaramado en esa atalaya (son tres los secretos de la vida, le había dicho Oro una vez: biblioteca, calle y atalaya), comenzó su discurso.
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A él le habían dado el chivatazo antes de que vinieran y había guardado el dinero dentro de los libros de su biblioteca. Me dijo que ya me lo contaría algún día.
MIQUI OTERO; Simón. Ed Blakie Books. 2020
Aportado por JMV
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