Una tarde, mientras estaba esperando un autobús en la quinta avenida, me fijé en un taxi que aparcaba en la acera de enfrente. Se apeó una chica, que luego subió corriendo la escalera de la biblioteca pública de la calle Cuarenta y dos. Entró antes de que la reconociese, cosa disculpable dado que no era fácil relacionar a Holly con las bibliotecas.
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Eran más de las siete, y estaba retocándose el carmín de los labios, y modificando, mediante la adición de un foulard y unos pendientes, el atuendo que le había parecido más adecuado para una biblioteca a fin de convertirlo en el adecuado para el Colony.
[...] se compró la Modern Library entera, numerosos discos con los que llenó varios anaqueles, innumerables reproducciones del Metropolitan Museum (entre ellas, una escultura china que representaba un gato, y que su propio gato detestaba y trataba de acobardar con bufidos, para finalmente destruirla), una batidora, una olla a presión, y toda una biblioteca de libros de cocina.
TRUMAN CAPOTE; Desayuno en Tiffany's. Anagrama, 1987.
Aportado por JMV
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