miércoles, 2 de marzo de 2022

Cervantes para cabras, Marx para ovejas

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En Abra nunca se había visto tanto libro junto, y en los siguientes días hubo colas para netrar en el saloncito del maestro y ver su biblioteca, que fue tomada por una graciosa y novedosa excentricidad. [...] Pero los vecinos de Abra eran gente realista y con los pies en suelo; más allá de aclarar algún malentendido, Lázaro no tuvo mucho trabajo como bibliotecario.
-¡Esto es más grande que la biblioteca de Almería! -El que había hablado respondía al nombre de Roque.

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A Paquita, por ejemplo, niña dulce e inteligente, le hubiese gustado seguir con Garcilaso, pero su padre,  herrero y domador de caballos, la obligó a devolver el volumen prestado de la biblioteca del maestro.

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En la cúspide, el bueno de Mateo situó tres profesiones: pastores, bibliotecarios y marinos, la primera por propia experiencia, la segunda porque era obvio y necesario que esa gente leyera mucho, y la tercera porque Mateo se imaginaba, y no le faltaba razón, que durante las largas travesías oceánicas [...] capitanes y marineros tenían mucho tiempo para dedicarse a sus libros [...] él se encargaría muy bien de elegir en base a este su oficio eterno, [...] probar de bibliotecario o marinero.

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En primer lugar, como no podía ser de otra forma, Mateo leyó a sus vecinos, de un volumen prestado de la biblioteca de Lázaro, algunos poemas de Juan Ramón, [...]

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Aquel mismo día, movido por un gran sentido práctico, Mateo nombró al macho cabrío, que ya iba por los nueve años de vida y era fuerte como un becerro, bibliotecario del rebaño. [...] El animal, a partir de entonces, pasó a llamarse Bibliotecario, [...]

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Cabras y ovejas se dejaban hacer resignadas; solo el macho bibliotecario daba trompadas a los científicos, lo que provocaba mucha guasa en el personal y obligó a Mateo a atarlo al pie de un acebuche.

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El artículo lo leyó muy poca gente y pasó desapercibido. Si hoy se quiere leer, hay que ir a Madrid a la Biblioteca Nacional y esperar muchas horas a que una señorita con bata blanca te traiga el tomo solicitado.

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[...] Sender se sintió muy honrado con el ofrecimiento de Mateo de ser maestro auxiliar, bibliotecario, impresor y cronista oficial de Ínsula Esperanza, pero rechazó el encargo [...]

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El poeta rechazó muy educadamente el puesto de maestro auxiliar, bibliotecario, tipógrafo y cronista de Ínsula Esperanza que le ofreció Mateo; [...]

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A Mateo solo le asaltaba la tristeza y se ponía de mal carácter cuando se acordaba de aquella casa vacía, la que tendría que haber ocupado Lázaro de haberse unido al experimento social, o cuando entraba en las estancias, aún vacías y desiertas, que deberían acoger la biblioteca y la imprenta, [...]

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-No, eso desde luego. Lo de la biblioteca no es mala idea, que el ganado necesita muchos libros -admitió Ernesta-. Pero por lo menos le deberías decir que no lleve corbata. Es como la sotana de don Rodolfo. Me da repeluzno nada más verlo.

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[...]Lázaro creó y catalogó la biblioteca de la Ínsula Esperanza, que Mateo llamó muy pomposamente, no sabemos inspirándose en qué, Biblioteca de Extensión Cultural Ínsula Esperanza. [...] El hombre era viudo y sus herederos eran ricos, pero medio analfabetos, así que Lázaro dirigió las gestiones para hacerse con la imponente biblioteca del poeta de provincias, incluídas las nobles estanterías de nogal. De tan cargada como llegó, la camioneta con la biblioteca de Rafael Guzmán no pudo remontar el carril de la Dehesa Baja. [...] Al final de la noche, la biblioteca de la Ínsula Esperanza no tenía nada que envidiar a la del mismísimo don Miguel de Unamuno. [...]
Para difundir el uso de la biblioteca y captar visitantes, que una biblioteca no es tal sin lectores, Lázaro imprimió unas tarjetas de cartón muy decentes, donde se podía leer el nombre del prestatario, el número de socio y aquello de Biblioteca de Extensión Cultural Ínsula Esperanza.

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Para extender la cultura más allá de los estrechos límites de la Ínsula Esperanza, Lázaro tomó un caballejo manso y durante varios días recorrió todos los cortijos y aldeas en un radio de tres o cuatro leguas repartiendo los carnés de la biblioteca.

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A las meretrices, la idea de tener una biblioteca cerca les gustó mucho; [...]

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-No, Dolores es muy buena y sabe que un bibliotecario tiene que atender a todo el mundo.

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Por aquellos días de principios de enero de 1936 en los que Lázro repartía carnés de la biblioteca por los cortijos cercanos [...] don José Escobar, el terrateniente y propietario de la Dehesa Baja se presentó una mañana sin avisar en la comuna agrícola. [...] Mandó a una niña, la primera persona que encontró,  a buscar a Mateo [...] Los dos se encerraron en la biblioteca, que era el único lugar en el que se podía hablar tranquilamente.

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El terrateniente estaba muy nervioso. Se pasó su manecilla oronda por la frente y escupió en el suelo de la biblioteca, igual que lo hacía en el saloncito muy hermosamente decorado de Las Tendillas.

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A la semana y media, convocó en la biblioteca a Ernesta, a Lázaro y a Concepción Robles, la maestra de la Ínsula, [...]

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-¡Hoy he traído El Quijote y es lo que hay! -exclamó Mateo-. Mañana traeré El capital de la biblioteca. Yo también llevo bastante tiempo sin leerlo.

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-¿Y qué haremos cuando esté impreso? La mayoría de los colonos de la Ínsula Esperanza ya saben leer.
-Lo repartiremos por los cortijos y aldeas como hicimos con los carnés de la biblioteca. También podemos llevar algunos a Abra.

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Mateo metió ciento cincuenta ejemplares en un serón, tomó pan, queso y vino para dos días y salió con el mismo caballejo manso, el caballo bibliotecario con el que Lázaro había repartido los carnés de la biblioteca, a repartir las Primeras letras por los cortijos, aldeas, lugarejos y chuzos pastoriles de la comarca de Abra.

PABLO SANTIAGO CHIQUERO; Cervantes para cabras, Marx para ovejas.
Ed. Maclein y Parker. 2021

Aportado por JMV

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