A Bloom le fascinó en particular
la pequeña biblioteca de María E.
Sin embargo, rápidamente se dio cuenta -por los títulos-
de que aquellos libros, ni aunando todas sus fuerzas, podrían contener
una sola idea a pesar de sus páginas.
Eran libros de recetas de cocina, un asunto completamente innecesario para Bloom:
debemos abrir y cerrar la boca, alternativamente, y nada más.
Lo demás -gastronomía refinada-
era una perversión particular
entre la boca y el alimento.
Y él se sentía excluido de tal perversión. Pax. 56 e 57
El excelente nadador que es Bloom sueña con
atravesar el mar a una velocidad excelente
y con un estilo nuevo. No a crol, ni braza ni mariposa, sino
ni más ni menos que a estilo intelectual. Y como no es fácil dar muestras
de capacidad de razonamiento mientras se nada o corre,
ni es fácil aplicar la biblioteca leída en un procedimiento físico
carente de frases,
habría que enviar, desde luego,
nuestras felicitaciones a Bloom. Pax. 71
París es voluptuosa.
Los editores viven en la penuria para que los poetas puedan tener una bodega
y una biblioteca.
Una botella de vino al día, dos versos;
una embestida erecta en el burdel principal de la ciudad,
un verso más, un verso y medio, de vuelta a casa,
asomarse (después) a la ventana
para insultar a los burgueses que pasan,
así es como se divierte un poeta. En París, los poetas
no tienen deudas, y hasta los locos son delicados. Pax. 78 e 79
En Europa hay viento, nieve, luz, agua, incendios,
y también gramática, sintaxis, y extensas bibliotecas.
Así pues, paralelo a la gramática, está el lenguaje.
Y en tan erudito continente hay más institutos
públicos preocupados por el buen uso de las metáforas
que preocupados por los ciclones. Pax. 99
Se acuerda de hombres poseedores de conocimiento
y de orgullosas bibliotecas,
que sólo se mostraban auténticos justo en los instantes
posteriores a una tragedia: a continuación
retomaban sus prácticas habituales.
Se acuerda de que una tarde vio cómo degollaban a
un gran animal. Y se acuerda de Mary. Pax. 143
Inclasificable queda el archivo que seis funcionarios
tardaron dos años en organizar. Las letras pierden
la distancia las unas de las otras: las bibliotecas pierden
el techo y su organización temática. Vista desde arriba, la mitad
de la literatura del siglo XVI se parece al contenedor de basura volcado de un edificio de provincias. Pax. 245
El río Ganges es la biblioteca y el archivo más importante
de la ciudad.
Fuera del río no hay vedad, ni mentira de calidad,
ni ficción ni mitología exteriores a sus aguas sucias. Pero las
aguas no están sucias, realmente semejante expresión
es un error - corrige Anish-. Son aguas complejas,
que es diferente. Pax. 270
Civilización y astronomía no caminan lado
a lado; después de grandes chaparrones, el edificio
de una biblioteca sufre filtraciones mezquinas,
de la misma manera que un burdel barato
o una carnicería. Bajo la lluvia, las diferencias desaparecen. Pax. 282
Así que a Shankra lo lanzaron
contra Bloom. Bloom quiere robar tu sabiduría
-le dijeron- y quiere robar tus valiosos
libros, cercenarle la cabeza a tu biblioteca,
enervarte. Quiere hacer de ti un guerrero en vez
de un apacible sabio. Bloom viene de Europa
para cosechar aquí las mejores flores.
No lo permitas, sabio Shankra,
líbrate de él. Pax. 313
Por eso, Bloom creía que la edición
antigua de un libro sensato era doblemente
sensata. Era un bibliófilo, a pesar de a veces ser un hombre de acción, y mucho,
pero un bibliófilo de los ojos a los dedos que sujetaban cada página,
Bloom era un hombre capaz de asaltar un país
a mano armada solo para entrar en su biblioteca privada y,
del tercer estante cotando desde arriba, extraer, por ejemplo,
un original de la Imitación de Cristo
con una magnífica tapa antigua.
Bloom era bibliófilo hasta en sitios sorprendentes.
La manía de los libros iba de los dedos
de las manos a los dedos de los pies, pues siempre leía
acompañando el ritmo de las frases
con pequeños golpecitos en el suelo,
como si escuchase música. Y esta
locura suya por los libros ya la habían adivinado
Shankra y sus amigos. Un hombre
que ha amado, ha matado y le gustan los libros
es un peligro equivocado. Pax. 315 e 316
Se sintió amenazado, he aquí el presentimiento.
Lo que le pasó a Bloom, unos segundos después, es que se vio rodeado
por dos discípulos de Shankra,
y se dio cuenta de lo que querían:
que él, el generoso Bloom, ofreciese sus dos libros
al enorme continente indio,
específicamente al sabio de un metro sesenta
que codiciaba bibliotecas ajenas.
Quiere recibir y, como todos los humanos,
no quiere dar. Y ya no disimula. Pax. 327
Tavares, G. M. (2014). Un viaje a la India. Barcelona: Seix Barral.
Aportado por Lola
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