martes, 7 de marzo de 2023

Nada se opone a la noche

Hace unos meses, un día que cogía un taxi para ir al aeropuerto de Roissy, el taxista empezó a preguntarme sobre mi destino, las razones de mi viaje, mi profesión... Es raro que yo coja un taxi (mi editora, que conoce mi fobia, la relaciona con Lucile), el hecho es que acabo siempre, en la parte de atrás de las berlinas, mareándome. Sin embargo, esa mañana hice el esfuerzo de responder al taxista, primero un poco evasiva, y después, como insistía, acabé diciéndole que escribía.

    -¿Y a qué se debe? -me preguntó, exactamente como se se tratase de una enfermedad, véase un castigo o una maldición.

    Por el retrovisor, me observaba con mirada compasiva.


    ¿A qué se debe?


     Cuando me encuentro con los lectores, en las bibliotecas, las librerías o los colegios, a menudo me preguntan por qué escribo.

      Escribo por el 31 de enero de 1980.

      El origen de la escritura se sitúa allí, lo sé de forma confusa, en esas pocas horas que cambiaron nuestras vidas en los días que las precedieron y el tiempo de aislamiento que siguió. Pax. 236 e 237



Hasta los setenta y cinco años por lo menos, fiel a sus bodies brillantes, Liane impartió dos veces por semana un curso de gimnasia famoso por todo Pierremont. Se dedicó a impartir el catecismo durante mucho tiempo así como a pasar un día de guardia en la biblioteca municipal. Pax. 329


Vigan D. de (2021). Nada se opone a la noche. 11ª edición en "Compactos. Anagrama.

Aportado por Anxo

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