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MIÉRCOLES. Doy una charla en la biblioteca pública. Digo a los oyentes que el que ha sido lector en su juventud lo será el resto de su vida, incluso aunque deje de leer.
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MARTES. [...] Me acuerdo de cuando llamé a una biblioteca para hacer una donación de libros y me los rechazaron. Que un comerciante no quiera dinero (aunque sea esa mierda de quinientos euros), ni una biblioteca libros significa que el fin del mundo está cerca. Esas son la señales.
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MIÉRCOLES. Estoy ibservando, uno a uno, todos los libros de mi biblioteca, por si hubiera alguno colocado del revés, cuando entra mi mujer:
-¿Qué haces? -pregunta.
-Controlando -digo.
-Controlando qué.
-Que las cosas estén como deben estar.
[...]
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Un libro mío puede estar siendo leído en estos instantes, de forma simultánea, en un hospital o en una biblioteca pública.
[...]
Imagino a un lector de hospital, mejor dicho, a una lectora. [...] Ahí está, leyendo una novela mía, la misma, y en idéntica edición, que lee una adolescente en la biblioteca pública de su barrio. Imagino que la mujer del hospital da una cabezada y sueña que es una chica joven que se encuentra en una biblioteca pública leyendo la misma novela que ha abandonado en su vientre al cerrar los ojos. La adolescente de la biblioteca tiene por su parte un microsueño en qle que se ve de mayor, sobre la cama de un hospital [...]
JUAN JOSÉ MILLÁS; La vida a ratos. Penguin Random House. Alfaguara. 2019
JMV
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