martes, 28 de noviembre de 2023

El perro de terracota

La estancia era toda ella una desordenada biblioteca llena de incunables, tomos encuadernados en pergamino, pantallas de lámpara, paraguas y sombreros plegables de tres picos. pax. 135 e 136

Montalbano, para cerciorarse por si acaso, tomó el coche y se dirigió a la biblioteca municipal de Montelusa.
     -Busco una representación sacra -le dijo a la directora.
La directora, que lo conocía como comisario, se sorprendió un poco, pero no dijo nada. Pax. 216

Camilleri, A. (1999). El perro de terracota. Emecé.

Aportado por Anxo

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