El asesino de la luna

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Uno de aquellos clientes, el que compraba más, creía de buena fe que ser un intelectual consistía en exhibir una biblioteca bien nutrida.

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Lo único que hay que evitar con un libro raro es que se hunda en el abismo sin fondo de una biblioteca oficial.

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Lo sacrificaría todo, un jardín, un estanque, una biblioteca, una chimenea, todo por una torre muy alta con un mirador. De noche dejaría los cristales abiertos para que entrara la luna a descansar.

-¿La luna?

-Perdón. A veces me gusta hablar así, [...]

-Creo que usted no ha asesinado a la luna.

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En mi biblioteca tengo una estantería reservada a los libros preferidos. Es un engaño. Todos son libros que he preferido en alguna ocasión. Pero ahora los cedería todos por una cena alegre con mis amigos.

NOEL CLARASÓ; El asesino de la luna. Ediciones G.P. Libros Reno. 1970

Aportado por JMV