martes, 13 de agosto de 2024

Baumgartner

Por esa razón, a Baumgartner le ha dado por pedir libros que no necesita y que jamás abrirá para acabar donándolos a la biblioteca pública del barrio con el único propósito de pasar un par de minutos en compañía de Molly cada vez que llama al timbre para entregárselos. Pax. 11

Baumgartner toma nota mentalmente de que debe quitar hoy mismo los sobres de cartón y trasladar los libros, ya sin envoltura, a la caja menos llena que haya en el porche trasero, donde ha ido apartando los libros no deseados para donarlos a la biblioteca pública. Pax. 12 e 13

Tendrá que buscar nuevos horizontes, por decirlo así, pero no desde un exilio permanente, puesto que se le permitirá mantener el contacto con la universidad, con pleno derecho a utilizar la biblioteca y su dirección electrónica de Princeton. Pax. 89

No le reprocha que esté resentida con él, pero entonces era demasiado joven y estaba demasiado ensimismado en su propia vida para sentirse responsable de la frágil y tempestuosa criatura que por casualidad tenía los mismos padres que él y habitación propia a los tres años, con lo que se vió forzado a pasar las noches durmiendo en el sofá cama del cuarto de estar y a hacer los deberes en la biblioteca del colegio o en casa de Dickie Birnbaum, que vivía en la misma calle. Pax. 149 e 150

En montones dispuestos azarosamente sobre el suelo hay libros más nuevos, todos en préstamo de la biblioteca pública, muchos de ellos con la fecha de devolución bastante pasada. Su padre coloca sobre la mesa la botella y el vaso, que vuelve a llenar, se lo bebe, saca un pequeño montón de papel en blanco del cajón superior a su izquierda, quita el capuchón de la estilográfica y empieza su carta a Seymour Tecumseh Baumgartner en el primer día de su vida. Pax. 164

Sin embargo, sentía que iba en una dirección positiva, asistiendo a la escuela nocturna y manteniendo su trabajo diurno en la biblioteca pública de Newark, pero las dificultades económicas lo obligaron a seguir viviendo en casa, y con sus dos hermanas mayores atrapadas en matrimonios sin salida con dos despreciables inútiles y sus dos hermanos degenerando rápidamente en dos idiotas incapaces de trabajar, Jacob comprendió que tenía que largarse de allí si no quería asfixiarse pero a pesar de todas sus previsiones sobre la muerte en vida que lo esperaba no logró marcharse. La vida de su padre se debilitaba y su salud estaba en declive, y cuando ya no pudo seguir atendiendo el negocio, era o vender la tienda y ver cómo su familia se iba a la mierda o mantener con vida el negocio, de modo que Jacob, con veintidós anos, dejó la escuela nocturna, renunció a su trabajo en la biblioteca y se hizo cargo de la tienda de Market Street. Pax. 166 e 167

Ir al dentista, por ejemplo, comprarse ropa nueva, hablar con la consulta del médico después de retrasar durante año y medio la llamada para organizar la revisión largamente aplazada, o bien encargarse de diversos horrores domésticos, como la purga poskierkegaardiana que resolvió  al final el caos del porche trasero cuando contrató a un tío de por allí conocido como “el hombre de la camioneta” que se llevó los libros superfluos a la biblioteca pública: el contenido de cuatrocientos doce paquetes de cartón entregados por la esforzada Molly, ese ser luminoso de UPS que le ha durado más que las otras mujeres que han entrado y salido de su vida en los últimos diez años. Pax. 216 e 217

Auster, P. (2024). Baumgartner. Seix Barral

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