domingo, 4 de agosto de 2024

La ciudad y sus muros inciertos

 

Es entonces cuando (silbo y) hago regresar a mi conciencia, salgo de casa y pongo rumbo a la biblioteca. Bajo la colina y, caminando a lo largo del sendero de la orilla, alcanzo la plaza. Un poco más allá se encuentra se encuentra la biblioteca. La alta torre del reloj sin manecillas, cual arcano indiscernible sobre nuestras cabezas, se encumbra solemne sobre la plaza, frente al puente viejo. 

Aparte de mi, nadie más visita la biblioteca. Por eso, siempre estamos solos tú y yo.

...

En cierta ocasión, mientras realizábamos nuestras respectivas tareas en la biblioteca, te confesé mi desasosiego.

...

El modesto jardín trasero de la biblioteca sirve de huerto para el cultivo de una considerable variedad de especies de plantas. 

...

Después de cerrar la puerta de la biblioteca, terminada la jornada laboral, bordeamos el río por la senda  y nos dirigimos al área industrial, te dejo en la puerta de tu casa y pongo rumbo a la mía. A fuerza de repetirlo se ha convertido en costumbre.

Pax. 60 e 61

-Voy a la biblioteca -dije en casa antes de salir, aunque mi única intención fuera verte. Pax. 63

Finalmente, dos semanas después de comenzar, mi reto geográfico (o investigación acerca del contorno de la muralla) se aproximó a su fin. Una noche, tras regresar a casa al finalizar mi jornada en la biblioteca, tuve un acceso de fiebre que me dejó postrado en cama por un tiempo. En mi estado febril, me pregunté si acaso no habría sido la muralla la que lo había provocado, o si, por el contrario, ella era ajena a lo que estaba sucediéndome. Pax. 76

 Por fin remitió la fiebre y me vi con fuerzas para salir a la calle. Fui a la biblioteca, después de haber estado ausente tantos días, y, cuando llegué y abrí la puerta me percaté de que dentro el aire estaba muy enrarecido, en consonancia quizás con aquel atardecer húmedo y cubierto de nubes. Entré. No había nadie. Pax. 89

-¿Los unicornios tienen sombra?

-Sí. Y cualquier cosa también. Solo los humanos carecen de ella.

-Entonces, ¿tu otro yo, tu auténtico yo, está en este mismo momento en la ciudad?

-Sí. Mi auténtico yo vive allí. Como ya te he explicado, trabaja en la biblioteca de la ciudad. Pax. 104

-Al remanso es mejor no acercarse –me advertiste en un tono más confiado y directo, que habías adquirido a medida que te acostumbrabas a mi presencia en la biblioteca-. Es un lugar peligroso. Bastantes personas se han caídos a sus aguas y no han vuelto a salir, la gruta se los ha tragado. Pax. 109

Finalizada la jornada de trabajo en la biblioteca, volvía directamente a casa y me preparaba algún plato frugal para cenar, me sentaba en mi butaca de lectura y habría un libro. Pax. 212

En cualquier caso, el motivo principal que llevó al señor Koyasu a fundar la biblioteca fue que desde hacía años soñaba con crear y dirigir una según sus propias ideas y criterio. Deseaba crear un lugar agradable lleno de libros al que los lectores pudieran acudir como a un remanso de paz. Así es como Koyasu dio forma a su mundo personal e ideal, o más que a su mundo a su universo. Recordemos que de joven había anhelado con fervor convertirse en escritor y que dicho deseo nunca se había cumplido. A eso hay que añadirle la triste pérdida de su esposa y de su hijo. Por tanto, el proyecto de la biblioteca quedó como único pilar de su vida al que agarrarse.

No cabe ninguna duda del amor que le profesa a este lugar. Este proyecto da sentido a su vida y salta a la vista la felicidad que le proporciona. Sin embargo, ¿llena verdaderamente el vacío que durante tanto tiempo sintió en su interior? ¿Lo llena de verdad? No lo sé, por supuesto, pero me atrevería a afirmar que nada puede llenarlo, ni siquiera la biblioteca. Sí, no creo que nada pueda llenar ese vacío interior

Pax. 304 e 305

Si bien seguía vivo, ya estaba medio muerto, tocado de muerte, condenado por la herida. A lo único que conseguí aferrarme con genuino interés, dentro del límite de mis fuerzas, fue el proyecto de la biblioteca. Me puse manos a la obra con toda la humildad del mundo, pero convencido de que un proyecto personal de tal calibre, relacionado con una biblioteca, me daría el impulso necesario para seguir viviendo hasta que llegara mi hora, haciendo algo útil a la vez. En fin, le comprendo, eh…, yo también lo siento, como si fuera mío, el dolor que lleva clavado en el corazón. Disculpe que me atreva a expresarlo así, pero le aseguro que su dolor es idéntico al mío.

-Entonces…,  ¿es eso, precisamente eso, lo que le llevó a decidirse por mí como director de la biblioteca?

Koyasu hizo un firme movimiento afirmativo con la cabeza.

- En efecto. Lo supe nada más verlo. No me cupo la menor duda de que usted era quien debía sustituirme en el puesto. Pero ¿Desea que le explique por qué? Muy sencillo: porque esta biblioteca no es una biblioteca común. No es solamente un edificio para uso público que atesora una enorme cantidad de libros. Se trata de un lugar especial que acoge a las almas perdidas, a los corazones extraviados. Pax. 336 e 337

Este libro está cheo de anacos con biblioteca, non puxen todos

Murakami, H. (2024). La ciudad y sus muros inciertos. (2ª ed.). Tusquets

Aportado por Anxo

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