viernes, 2 de agosto de 2024

Los testamentos

 

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Escribo esta líneas en mi santuario privado, la biblioteca de Casa Ardua: una de las pocas bibliotecas que perviven tras las entusiastas quemas de libros que han tenido lugar en el país.

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Después de nuestra modesta celebración, hice mi peregrinaje nocturno hasta la Biblioteca Hildegarda en el ala más alejada de la Casa, siguiendo el camino silencioso iluminado por la luna y pasando frente a mi estatua sombría. Entré, saludé a la bibliotecaria, atravesé la sección general, donde tres de nuestras Suplicantes lidiaban con su recién adquirida alfabetización.

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Uno de mis libros favoritos de la biblioteca de la escuela cuando era más pequeña trataba sobre un hombre que se metía en una manada de lobos.

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Los Ojos ostentas sus dominios en la que antaño era una monumental biblioteca.

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Llegué con esfuerzo al Café Schafly a tomar una taza de leche caliente. Luego vine aquí, a la Biblioteca Hildegarda, para continuar mi viaje contigo.

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Tiempo después, una vez que pude acceder a la biblioteca de Casa Ardua, indagué acerca de esta baraja. En épocas remotas, los Corazones habían sido Cálices. A lo mejor por eso las Criadas eran Corazones: eran valiosos recipientes.

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A lo lejos, un grupo de hombres con los uniformes negros de los Ojos estaban apostados en una amplia escalinata frente a un palacio muy iluminado, con columnas blancas en la fachada. O a mí me pareció un palacio: pronto me enteraría de que antiguamente había sido una biblioteca.

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-Hoy no podemos ponernos con eso, porque tengo que ir a la  Biblioteca Hildegarda , esta noche estoy de guardia, [...]

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De niña había leído un libro que se titulaba Fábulas, de Esopo. Lo saqué de la biblioteca de la escuela: mi familia no gastaba dinero en libros.

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-¿Cómo lo descubriste, si se borró la palabra? -pregunté.
-En la Biblioteca Hildegarda -dijo-. Es sólo para nosotras, la Tías.
-¿Qué es una biblioteca?
-Es un lugar donde guardan los libros. Hay salas y más salas llenas de ellos.

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-[...]: había sacado ideas equivocadas de la Biblioteca Hildegarda antes de poseer la fortaleza de espíritu necesaria para rechazarlas, [...]

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Fue a la biblioteca, donde a mí aún no me dejaban entrar y volvió con uno de los cantorales de la Casa Ardua.

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Una vez que superé mis seis meses de prueba y me aceptaron en firme como Suplicante, se me permitió entrar en la Biblioteca Hildegarda. Me cuesta describir la sensación que me produjo.

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Tres años después, tuvo lugar un suceso aún más alarmante. Ya he comentado que una de mis tareas en la Biblioteca Hildegarda era hacer copias en limpio de los discursos de Tía Lydia.

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Anoche llevé un desagradable sobresalto, lector mío. Estaba garabateando furtivamente en la biblioteca desierta, con mi pluma de tinta azul de dibujo, y con la puerta abierta para que corriera un poco el aire, cuando Tía Vidala asomó de súbito la cabeza por la esquina de mi gabinete privado.

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Los historiales delictivos continuaron apareciendo encima de mi escritorio en la Biblioteca Hildegard. Me resultaba imposible aclara las ideas: [...]

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Después de salir del despacho de Tía Lydia, Becka fue a hacer su turno de día en la biblioteca, y Nicole y yo volvimos juntas a nuestras dependencias.

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La siguiente en llegar fue Tía Helena, que resoplaba por venir andando a duras penas desde la biblioteca. Últimamente los pies la están martirizando.

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-En efecto -convino Tía Lydia-. Por esa razón debo pedirte un servcio especial, Tía Immortelle. Te ruego que permanezcas oculta durante al menos cuarenta y ocho horas después de que ellas dos se marchen. ¿En la biblioteca, quizá?

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-Creo que están ayunando -dije-. Ayer las vi de lejos en la Sala de Lectura de la Biblioteca Hildegarda, estudiando la Biblia. Aspiran a recibir guía espiritual durante su próxima misión.

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[...] El Agujero Negro Digital del siglo XXI, que causó una inmensa pérdida de información debido al rápido índice de desintegración de os datos que se almacenaban, a la par del sabotaje de un gran número de torres de servidores y bibliotecas [...]

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[...]Esos documentos se localizaron en la biblioteca de la Universidad Innu en Sheshatshiu, Labrador. Nadie los había descubierto hasta entonces, tal vez porque el expediente no estaba catalogado con claridad, pues llevaba el título "Anales de la Nellie J. Banks: Dos aventureras". [...]


MARGARET ATWOOD; Los testamentos, Ediciones Salamandra, 2019

Aportado por JMV

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