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Una señora baja que llegaba acalorada le pidió paso. Él la siguió dentro, como si la mujer pudiera conducirlo a la respuesta; volvió a recorrer el pasillo en sentido contrario, subió al primer piso, entró en la biblioteca, se sentó en su sitio de siempre, junto a una ventana, [...]
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Y le tendió la mano. Él se la tomó, no sin vacilar. Dejó que lo sacara de la biblioteca con la misma confianza desarmada con que años antes se había dejado arrastrar al baño de las chicas.
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También fue a la biblioteca municipal -tuvo que sacarse el carnet porque era la primera vez- para consultar los periódicos que referían la desaparición de Michela. Leer aquello la sobrecogió y tuvo la sensación de que el horroroso suceso estaba ocurriendo de nuevo, a un paso de allí.
PAOLO GIORDANO; La soledad de los números primos. Ediciones Salamandra. 2009
PREMIO STREGA 2008
Aportado por JMV
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