Cuando llegó el momento de elegir un college para T. F., nada menos que el cardenal arzobispo en persona había acudido desde Boston en su nuevo "Packard" para ensalzar las virtudes de Holy Cross y Boston College, previendo ya, tal vez, la biblioteca Thomas F. O'Neill o el gimnasio que, llegado el momento, agraciarían esos campus si su intercesión lograba éxito.
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Sonrió hacia el lado de la mesa de Lady Gertrude.
-Querida, ¿por qué no os refrescáis un poco tú y Deirdre mientras el comandante y yo vamos a la biblioteca a tomarnos una copa de oporto?
Ridley condujo a T. F. por el vestíbulo hasta la biblioteca oscura y con paneles de madera. Resultaba claramente el santuario de aquel hombre, una ciudadela en la que no entraban huéspedes no invitados.
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Algo en su sonoro e incitante tono le sugirió a T. F. que aquello era algo más que una pequeña charla al lado de la chimenea, que su invitación a venir aquí para aquel fin de semana, su paseo, su encantadora cena y tal vez que todas las bien diseñadas paradas en el camino hacia su biblioteca.
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[...] T. F. se instaló en un sillón, aún sacudido e incómodo por su conversación en la biblioteca. Miró el reloj. ¿Cuuánto tardaría, se preguntó, en subir Dreide al piso de arriba?
LARRY COLLINS; Juego mortal. RBA Editores, 1994
Aportado por JMV

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