viernes, 5 de abril de 2019

El corzo

No me interesaba su casa, ni las imágenes de cuentos en la habitación de Angéla, ni su pequeña biblioteca, nada de nada, solamente el corzo. A menudo me dormía llorando. Pág. 43

Lo repetí muchas veches para mis adentros cuando yacía en la cama y observaba antes de dormirme la luz de la lámpara de gas que se filtraba en el cuarto y teñía de amarillo la biblioteca de mi padre, los bordes dorados de los libros de jurisprudencia. Pág. 54-55

Lo prefería con creces a dar clases; eso sí, apenas dormía, pues por la mañana recopilaba la información en la biblioteca, pero solo podía escribir durante la noche, en el baño, mientras los demás dormían, para que no me vieran; a las once apagaban las luces de los dormitorios, solo se podía trabajar en el baño. Pág. 128

Cuando la gente se marchaba de la carnicería porque no quedaba carne, ponía unos ojos como platos, derramaba unas lágrimas y enseguida rebuscaba en la biblioteca de casa para encontrar en un libro muy gordo la explicación de por qué no circulaban mercancías. Pág. 167

Deseaba leer algo de Andersen, de manera que me trajiste una obra suya de tu biblioteca en cuya portada ponía con letras grandes y redondas:Angéla Graff. Pág. 205

Luego me eché a reir pensando en la revista que quedaría para la eternidad en las bibliotecas y en la lápida de Angéla, en la cual figuraría tu apellido, y en que ya todo daba lo mismo. Pág. 242

El corzo. Magda Szabó. 2018 Editorial Minúscula, S. L. Aportado por Lola

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