Siempre me ha gustado leer y escribir en las bibliotecas públicas, y todavía me sigo refugiando de tarde en tarde en este viejo local que tanto quiero, aunque ya no conozco a nadie de la gente que viene aquí.
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Y me parece notar, filtrándose por la calaraboya de cristales, además de la luz de primeros de mayo, el alma de los ateneístas contumaces del siglo XIX, algunos de cuyos rostros me miran desde la galería de retratos cuando subo la escalera. Ellos también se sentaron en esta biblioteca a vivir la espera, mientras tomaban notas en sus cuadernos.
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Cuando me encerraba con mis libros en casa o en un rincón de la biblioteca del Ateneo, la necesidad de explorar aquel vacío en que me había sumido la uasencia de Mariana arrasaba mis propósitos de estudio y desembocaba en balbuceos poéticos através de los cuales me parecía estar tocando la entraña del mundo.
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Nubosidad variable; Carmen Martín Gaite. RBA Editores, 1993. Aportado por JMV
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