-¿Es usted... la persona a la que vengo a ver?
-No, no. El señor Demiris la espera en la biblioteca.
[...]
Cuando llegaron a la biblioteca, el hombre se detuvo.
-El señor Demiris la espera dentro -anunció.
Las paredes de la biblioteca estaban revestidas de boiserie blanca y dorada, y en las estanterías se veían libros con tapas de cuero repujado en oro.
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Largo rato después de que Catherine se retirara, Demiris permanecía aún en la biblioteca pensando en la conversación.[...]
[...]
-Costa...
Era la voz de su mujer Melina, que entró en la biblioteca.
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El apartamento, que quedaba en la calle Elizabeth, cerca de la plaza Eaton, era decididamente lujoso. Contaba con un amplio recibidor, una sala hermosamente amueblada, con una araña de cristal, una biblioteca con paredes revestidas de madera, una cocina bien abastecida de alimentos, tres dormitorios con precioso mobiliario y dependencias para el servicio.
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Pero a la larga se dio cuenta de que ésas no eran más que excusas porque no se atrevía a deshacer su matrimonio. El domingo siguiente regresó a su casa y encontró a Demiris en la biblioteca.
SIDNEY SHELDON; Recuerdos de la medianoche. Cículo de Lectores, 1991.
Aportado por JMV
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