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La gente de Oxford que iba a pasear en coche por los terrenos de la universidad después de la cena, algún profesor ensimismado o los estudiantes a punto de licenciarse camino de la biblioteca, eran los que tenían ocasión de ver cómo Temple, convertida en silueta veloz contra las ventanas iluminadas del Gallinero (nombre popular de la residencia femenina), el abrigo apenas prendido bajo el brazo y las piernas descoloridas por la carrera, desaparecía entre las sombras junto a la pared de la biblioteca y entraba de un salto -con un remolino final de faldas y bragas con puntillas o algo parecido- en el coche con el motor en marcha que estuviera esperándola.
WILLIAM FAULKNER; Santuario. Ediciones Orbis SA, 1982.
Aportado por JMV
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