Afortunadamente llegué a intimar durante el curso con Henri Rochechouart, bibliotecario y administrador del último barón, que seguí como conservador en el castillo-residencia.
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Mientras tanto en la biblioteca, el señor barón releía la carta del Rujkeer Hospitaal. Según el médico director, el paciente, al saber que estaba en Holanda, preguntó si le permitirían pasar a Alemania para incorporarse en el frente a su regimiento. Cuando le convencieron de que no era el 4 de julio de 1914, sino el 2 de agosto de 1929, pidió un espejo para mirarse y quedó anonadado.
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Berta meditaba sobre todo aquello junto a los ventanales de la biblioteca y trataba de convencer a sí misma. Descubría que nunca le había dejado morir del todo, que un fantasma querido había continuado alentando junto a su vida y habitando su atmósfera.
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El mismo castillo parecía participar de la tensión, polarizada claramente entre dos lugares: la biblioteca y la terraza. [...] Ella procuraba atraerlo a la biblioteca, donde las viejas maderas amigas revestían las paredes, las alfombras amortiguaban la vida y los asientos eran dóciles.
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El dolorido latir de la sangre en el tobillo no alteraba ya el reposo, como el ritmo habitual de un reloj no rompe tampoco el silencio de una biblioteca.
JOSÉ LUIS SAMPEDRO; Mar al fondo. Ediciones Destino. 1992
Aportado por JMV

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